Hembra, madre, proveedora y ama de casa

Hembra, madre, proveedora y ama de casa

FEDERICO HENRÍQUEZ GRATEREAUX
Las mujeres dominicanas son más organizadas, más responsables y más laboriosas que los hombres dominicanos. Por lo general, las mujeres de nuestro país trabajan mucho, dentro y fuera de la casa; algunas cumplen primero con el horario regular de una oficina, privada o publica; después, se trasladan a sus casas, donde cocinan, limpian, atienden niños, ancianos, vecinos en apuros. La mayor parte de las mujeres dominicanas controla sus gastos mejor que la mayor parte de los hombres dominicanos.

El día en que la mujer dominicana cobra el salario comienza una «división microscópica» del dinero recibido.

He visto mujeres de pequeña clase media separar los billetes de un sueldo escaso, prenderlos con alfileres y papelitos, y rotularlos cuidadosamente: colmado, pagaré del televisor, escuela del niño, salón de belleza, alquiler de la casa, modista, etc. Esto lo hacen todos los meses; cuando una cuenta es saldada, empiezan a pagar otra sobre útiles escolares y uniformes o costosos medicamentos geriátricos. El regreso diario a sus casas es para algunas mujeres asalariadas una dificultosa y accidentada tarea. Deben enfrentar asaltantes que intentan arrebatarles carteras o gafas, piropeadores soeces, maniáticos sexuales que las acosan o pretenden tocarlas. No hablemos de los sufrimientos que tienen que soportar durante un día lluvioso. En ese caso los pies de la mujer llegan arrugados por el frío dentro de unas sandalias arruinadas.

Los esfuerzos que hace una mujer común para «echar pa’lante» un hijo, para «hacerlo salir al claro», merecen reconocimientos cívicos gubernamentales. Constituyen actos heroicos que ocurren todos los días… sin que nadie repare en ellos. Mientras este o aquel marido bebe whisky o ron, esta o aquella mujer plancha, lava, arregla la casa o prepara frituras para «ayudar con los gastos». Mujeres que cosen, bordan o tejen son muchísimas, sobre todo en las poblaciones del interior del país. Es obvio que también hay mujeres holgazanas, explotadoras de los maridos, que solo están interesadas en comprar cosméticos y ropa interior. Sostengo que son bastante menos numerosas que las disciplinadas, trabajadoras y abnegadas. Es oportuno afirmar en este momento que la mujer dominicana es polifacética o proteica; la misma mujer que «trapea» un piso y friega cuarenta platos, se mete en el baño, se viste y perfuma y queda metamorfoseada en «artista de cine». Es una cenicienta cotidiana.

Esto que sucede en el plano físico, también ocurre en otros ordenes: una mujer dominicana cualquiera puede trabajar todo el día y pasar la noche bailando. Es probable que al día siguiente el marido permanezca «echado en la cama», bebiendo Alka-seltzer, y la mujer se levante a preparar el desayuno y a «poner la casa a andar». Las mujeres dominicanas poseen un instinto infalible para orientarse en el archipiélago de las modas, los accesorios de vestir, el maquillaje, los usos nuevos en el trato social. A veces, mirando una pareja que pasa, pienso para mis adentros: ¡qué mal vestido va el hombre, cuán primitivo parece, y qué avispada y moderna luce la compañera!

El Día de las Madres en la República Dominicana es un dia de Acción de Gracias. No hay sinvergüenza, consuetudinario u ocasional, que no saque tiempo y dinero para agradar a su madre, la cuasi-esclava de toda la vida, la servidora sin horario de la familia completa. La porción más compacta de la convivencia social de los dominicanos está en ese costado entrañable de las relaciones interpersonales. Si no ha naufragado aun nuestra sociedad en el desorden general, se debe al hormigón laboral-emocional que las mujeres mezclan y amasan cada día. La energía de una mujer dominicana para cumplir compromisos y obligaciones: misas, funerales, horas santas, bautizos, visitas a enfermos, alcanza también las ocupaciones festivas: bailes, cumpleaños, comilonas, «bebentinas», sancochos. Esa mujer fatigada por el trabajo físico, abusada por las costumbres machistas, puede repentinamente transformarse en hembra seductora, derribar a su hombre en la cama y «anularlo» hasta la mañana siguiente… cuando él «exigirá» que le sirvan café o una tortilla, con el pretexto de que «tiene que salir con urgencia».

Los sociólogos y pedagogos de la Republica Dominicana harían bien si «replantearan» sus teorías, «planes y programas», trabajos de campo o estudios barriales, a partir de la acción multiforme de las mujeres comunes y corrientes. Las esperanzas de que esta comunidad –zarandeada por políticos rapaces y machos irresponsables– alcance orden y redención, dependen enteramente de la admirable disciplina de la mujer dominicana: hembra, madre, proveedora, ama de casa y educadora sentimental. henríquezcaolo@hotmail.com

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