Hemingway: Un Kilimanjaro de hombre

Hemingway: Un Kilimanjaro de hombre

JOSÉ ANTONIO NÚÑEZ FERNÁNDEZ
Decir pretendo que Ernest Miller Hemingway fue una maciza cumbre de hombre universal. El Kilimanjaro es una eminencia volcánica y grenítica que por 6,000 metros se eleva en Tanzania tocando la frontera de Kenya. Hemingway en sus afanes de osado explorador conoció bien esa alta montaña y escribió su obra levada al cine “Las nieves del Kilimanjaro”. Este americano del Norte, un hombre verdaderamente universal, nació en 1898 en Oak Park (Illinois).

Este increíble personaje advino a la vida en estado de rebeldía, no se adaptó a la enseñanza tradicional y asistió poco a la escuela, su inteligencia natural lo suplió todo. Muy joven se proyectó como boxeador; pero una poderosa vocación de periodista lo lanzó a las guerras como corresponsal sin miedo. El como corresponsal estuvo en los campos de batalla de la Primera Guerra Mundial (1914-1918); en la Guerra Civil española (1936-1939) y en la gran conflagración universal que estremeció los confines del planeta entre 1939 y 1945.

Se podría afirmar que la vida de Hemingway se desenvolvió y transcurrió entre el amor y el riesgo, entre los afectos y los peligros. Decía él que “un hombre puede ser destruido pero nunca vencido”. De este hombre universal se podría bien afirmar que amó contrañablemente a España. En la guerra civil en que la nación ibera perdió un millón de vidas, el corresponsal de guerra afiliado a los voluntarios de la Legión Abraham Lincoln, estuvo presente en todos los frentes.

El aprendió a amar las costumbres y las tradiciones de España de manera tal, que se hizo férvido amador de la fiesta brava, de las corridas de toros, en que los diestros todos relumbrantes, hunden los estoques, hasta las sangrientas cruces. Como conocedor de la tauromaquia escribió “Muerte en la tarde”.

También supo hacer gala de sus conocimientos del amor y de la muerte, aprendidos en la España desangrada entre 1936 y 1939. ¿Por quién doblan las campanas?… No preguntes todavía lector amigo ¿Por quién doblan las campanas? Pues, pueden estar doblando por tí.

Hemingway tal parece que gozaba desafiando el peligro en cada minuto de su vida heroica. “El hombre es lucha y debe alcanzar sus fines”. Así decía él… Cazador sin miedo se adentró en las selvas enmarañadas de Africa. Como pescador era hombre que se metía en las aguas revueltas del mar Caribe, el mar de los ciclones. Y como adorador-cultor de las aventuras sufrió dos accidentes aéreos, conservando la vida para que la Academia Sueca de Literatura le concediera en 1954 el Premio Nobel por su famoso libro “El viejo y el mar”. Ese viejo pescador era flaco y enjuto, con arrugas como cuchilladas en la nuca. Y hay que recordar que: (En un día de tantos y de tantas veces como seguía con la barca vacía, Santiago navegó hacia adentro en busca de pesca. Allí alimentándose de peces crudos, permaneció varios días hasta que consiguió capturar un pez espada inmenso. Cuando volvió hacia el puerto, fue atacado por los tiburones contra los que se defendió con fuerza titánica hasta llegar a puerto. Su pesca, de todos modos fue inútil, pues sólo un esqueleto de grandes proporciones se balanceaba a capricho de la resaca como fruto de su esfuerzo).

El autor de El Viejo y el mar, Por quién doblan las campanas?, es además acreedor a muchos maravillosos títulos, tales como Los Invencibles, Hombres sin mujeres, Los Asesinos, Adiós a las armas, Muerte en la tarde y otras obras más. ¿El era realmente prolífico!

Hemingway se sintió enfermo en 1961, con una especie de quiebra en su monolítica constitución orgánica. Entonces ese Kilimanjaro de hombre se marchó de Cuba, tierra que mucho amaba. Se fue a un centro de salud de Sam Valley en Idaho (USA). El hombre que tantas veces había derrotado a la muerte, no tuvo paciencia para verse enfermo y desfalleciente.

Un día lo encontraron con un balazo en la cabeza. Talvez había leído a José María Vargas Vila, el colombiano rebelde que predicó que “cuando la vida es una infamia el suicidio es un deber”. Y además que “cuando la vida es un tormento el suicidio es un derecho”.

Paz eterna para Ernest Miller Hemingway y reconocimientos renovados para su nieta Margot Hemingway, a quien el modelaje la hizo soberana y el cine la llevó a lucir sus formas acentuadas y puras de la clásica e imponente estatuaria de la Roma dominadora.

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