Hemiplejía política dominicana

Hemiplejía política dominicana

Por FEDERICO HENRÍQUEZ GRATEREAUX
La sociedad dominicana confronta hoy innumerables problemas: con los servicios de salud, con la calidad de la enseñanza pública, con la administración de justicia, con el control de los inmigrantes, con los abusos policiales. Pero hay cuatro problemas terribles que amenazan con llevarnos a la disolución colectiva. El primero es el de la energía eléctrica: el suministro es irregular, el costo elevadísimo, muchos contratos de generación son ruinosos, algunas empresas del sector actúan con mentalidad de piratas o de estafadores. «La cuestión eléctrica» produce en los dominicanos un profundo desaliento, pues no tienen paz las amas de casa, no se disfruta del alumbrado público en calles y parques, los negocios industriales no pueden producir con eficiencia, ninguna oficina logra trabajar sin interrupciones. El problema es viejo y no parece tener soluciones rápidas o a la vista.

La inseguridad ciudadana es otro espantoso problema que amarga la vida de los dominicanos de cualquier clase social. Es obvio que los grupos más pobres de la población cargan con la peor parte de la criminalidad reinante. Los delincuentes están bien armados; como es bien sabido, las armas entran de contrabando a través de la frontera dominico-haitiana, con pleno conocimiento de las autoridades de ambos países. Los dominicanos con hábitos laborales «normales», interesados en sus familias, oficios y profesiones, sufren lo indecible cuando utilizan vehículos de transporte público o transitan por calles de barrios marginales. Robos, atracos, secuestros, violaciones, golpizas, asesinatos, son penosos sucesos que «ocurren todos los días». A Fulano le arrebataron un teléfono celular, a Mengano le despojaron de su billetera y de su reloj, a Zutano le robaron las tarjetas de crédito, son relatos que oímos a cada momento. Señoras de edad avanzada son arrastradas por el suelo porque los delincuentes halan las correas de sus carteras. Los robos de automóviles se han multiplicado por diez y la impunidad por quince.

Obscuridad e impunidad son dos asuntos que estimulan la criminalidad. Los dominicanos sienten que están atrapados en una tenaza de acero. Las autoridades políticas de nuestro país no son capaces de dar luz ni seguridad. Por eso la desmoralización cunde y son cada vez mas frecuentes las expresiones cínicas o desesperadas. «Lo mejor es irse de este país»; aquí «nunca habrá ley ni orden»; lo mejor es formar una banda»; «no se puede confiar en la policía»; «estamos en manos de los delincuentes». No hay salida: es obligatorio robar, depredar, engañar, dice un joven sin trabajo, y añade: «para ser victima, mejor ser victimario».

A la falta de energía y de seguridad hay que agregar el descrédito de los partidos políticos. El hombre común tiene en claro que los políticos son depredadores con saco y corbata. Por los menos, un gran numero de ellos pueden calificarse como verdaderos «marsupiales». Los desfalcos de los políticos aparecen en las reseñas de los periódicos; también se difunden noticias sobre las benignas sentencias que les imponen los tribunales. Con frecuencia algún juez dictamina: «no ha lugar», a favor de alguien con todos los indicios de ser culpable. Los políticos hacen negocios con el presupuesto de la nación, con las discusiones acerca de tributos, con las ONGs, sean extranjeras o locales, con las campañas electorales. Pagamos impuestos para que ellos vivan mejor y nos exploten y humillen con más eficiencia.

La sensación de perdimiento aumenta en el hombre común al contemplar la imprevisión económica general. Desde el suministro de petróleo, hasta «el manejo» de los bancos «en dificultades» por parte de las autoridades monetarias; desde la discusión del RDCAFTA, hasta la contabilización de la deuda externa. ¿Qué haremos con la deuda a veinticinco años de plazo, con el gobierno de Venezuela, por el suministro de petróleo con créditos especiales? Cobramos al público el costo total de los combustibles importados. ¿Qué destino daremos a esos recursos sacados de la circulación monetaria, que constituyen «pagos diferidos?» ¿Es posible que en la RD haya economistas, políticos, sociólogos, periodistas, que supongan que es «sostenible» una situación como la descrita en los párrafos que anteceden? ¿Cómo se enjugará un déficit cuasi fiscal de 145,000 millones de pesos?

Estas cuatro fisuras colectivas: falta de energía eléctrica, criminalidad sin contención, políticos desacreditados, imprevisión económica en las cuentas nacionales, deberían generar «una respuesta» de los grupos sociales perjudicados, de las clases sociales más poderosas, de los estamentos con mayor educación. Según parece, la sociedad dominicana sufre una severa hemiplejía política. A la mitad de la población no le importa lo que ocurre; está acostumbrada a lo peor y no «se hace ilusiones». La otra mitad, parcialmente comprometida con ese «estado de cosas», tiene grandes dificultades para moverse: padece una parálisis política y moral. Sin embargo, se percibe ya la existencia de personas, en todos los ámbitos, que «sueñan» con la recuperación de la fuerza motora de los dominicanos. Solo les falta un líder que los aglutine.

henriquezcaolo@hotmail.com

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