¿Hemos sacado algún provecho de la democracia haitiana?

¿Hemos sacado algún provecho de la democracia haitiana?

Al terminar una visita oficial a Kingston, Jamaica, el entonces Presidente  Salvador Jorge Blanco prosiguió viaje a Puerto Príncipe, Haití, donde arribó la tarde del 15 de octubre de 1984 para una visita de apenas algunas horas. Quien escribe formaba parte del grupo de periodistas que cubrió aquella gira presidencial en representación de este diario, pues debe recordarse que en aquella época aún operaba Dominicana de Aviación y en ocasión de los viajes del Presidente se fletaba uno de sus aviones para cubrir la ruta, convirtiéndose en el Fuerza Aérea 01. En el aeropuerto, en las afueras de la capital haitiana, el recibimiento lo encabezó en persona Jean Claude Duvallier Hijo; en el marco de un protocolo formal y exquisito que incluyó, incluso, un brindis de champagne.

A todos los integrantes de aquella comitiva nos sorprendió ver a un pueblo haitiano lanzado a las calles, con vítores y aplausos al paso de la caravana dominicana, celosamente escoltada por el ejército y la policía haitiana. La seguridad descansaba mayormente en los temidos “Leopardos”, la tropa élite del dictador Duvallier, pero en realidad no parecía visible ningún peligro. Por el contrario, lo que se observaba eran muestras entusiastas de un buen recibimiento. En el Palacio Presidencial se reunieron ambos gobernantes, pero los acuerdos bilaterales que surgieron de aquella visita se firmaron más tarde en una casa presidencial que mantenía el dictador haitiano en una zona exclusiva de Pettion Ville, donde podría decirse que Duvallier Hijo “tiro la casa por la ventana”.

El champagne de buena denominación corrió a raudales, la comida fue igualmente exquisita y gourmet, en tanto que funcionarios haitianos y dominicanos intercambiaban impresiones en un plano cordial y de respeto. Hubo un brindis, encabezado por los presidentes de ambos países, por los buenos lazos de  amistad entre Haiti y República Dominicana y poco después se procedió a la firma de varios acuerdos bilaterales, que es probable que ninguno de ellos se pusiera en práctica, no propiamente por la falta de interés de las autoridades dominicanas, sino por la desestabilización en que cayó Haiti tras la caída de la dictadura de Jean Claude.

En la noche, la delegación dominicana inicio el retorno al país y no recuerdo por cuáles razones un sentimiento patrio nos envolvió de repente con fuerza y ya a bordo del avión, alguien comenzó a entonar las notas del Himno Nacional, y aquellas voces retumbaban en el interior de la nave mientras los pilotos aceleraban el despegue. Veinticinco años después, Haiti tiene un régimen democrático, electo por el pueblo, al igual que  Dominicana, pero ambos países no han logrado armonizar sus relaciones y solo han dado escasas señales de espíritu conciliador en áreas muy específicas, pero escasas. Importantes sectores del exterior nos siguen viendo como si fuéramos la principal causa de la desgracia haitiana y pretenden obligarnos a pagar un tributo de compensación aceptando una inmigración masiva y descontrolada  que a la larga hará más daños que bien.

No es tan inocente que una periodista de Radio Francia Internacional aproveche una visita oficial del Presidente a París, el mismo que  turbas haitianas repelieron a tiros y pedradas en una visita a Puerto Príncipe, para retomar tema estúpido como  la fusión entre Haití y República Dominicana.

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