No hay árbol bueno que pueda dar fruto malo, ni árbol malo que pueda dar fruto bueno. Lucas 6: 43.
En la vida hay dos caminos: el bien y el mal. Depende de nosotros cuál escojamos, si queremos dar frutos buenos o frutos malos.
Por eso, nuestras acciones determinan el resultado de nuestros frutos. Si nos pasamos todo el tiempo en críticas, murmuraciones, celos, envidias, no hay que esperar el final; porque los hechos hablan por sí solos. Sabemos que el resultado no será bueno.
En consecuencia, tenemos que cuidar nuestro proceder y saber cuáles son las semillas que estamos escogiendo para sembrar, no sea que por descuido se escape alguna que no esté en las condiciones para dar lo mejor. Sobre todo, separémonos de los que nos hacen perder lo bueno, pues no hemos sido llamados a dar malos frutos, ya que nuestra semilla es Cristo. Dondequiera que caiga da testimonio en nosotros para que aprendamos a separar definitivamente lo bueno de lo malo.