Hemos sido víctimas de nuestras propias debilidades

Hemos sido víctimas de nuestras propias debilidades

Si nos detenemos a analizar los diferentes procesos vividos luego de la desaparición de la tiranía trujillista y el inicio de la apertura democrática, notaremos la gran cantidad de tiempo desperdiciado en aspectos intrascendentes. Luchas y discusiones que de haberse encaminado por otros senderos, probablemente nos hubieran conducido a lugares mucho más sólidos e institucionales.
Desde el momento en que los partidos comenzaron a aparecer en el espectro nacional y al mismo tiempo se inició el movimiento estudiantil, tanto en la Universidad Autónoma como en los liceos secundarios, en vez de aunar esfuerzos para cambiar la mentalidad y los métodos trujillistas enquistados en todas las estructuras, se incrementaron las luchas grupales, distanciando e impidiendo las posibilidades de esfuerzos mancomunados.
La lucha contra el trujillismo comenzó a menguar cuando empezaron a agudizarse los enfrentamientos ideológicos en el campo político. También en el campo estudiantil, entre FRAGUA contra los del BRUC, en la universidad, y la UER contra la JRC en los liceos. En la lucha sindical por igual, pues en vez de convenir de forma conjunta en determinados aspectos a favor del sector laboral, enfilaron los cañones unos contra otros.
Luego del derrocamiento del gobierno Constitucional de Bosch, las fuerzas políticas, sindicales y estudiantiles, en vez de llevar a cabo acciones conjuntas, iniciaron procesos de enfrentamientos dispersos, y si bien algunos fueron de incalculable valor y arrojo, por falta de la coordinación necesaria, privó al país de hombres ilustres que pudieron haber tenido una participación posterior importantísima en el proceso democrático. Salvo el paso dado por Bosch con el Pacto de Río Piedras entre el PRD y el desaparecido PRSC, las acciones fueron tan individuales y fragmentadas como grupos participantes existían.
Durante la Guerra de Abril, con participación de distintos grupos y pensamientos, todavía hoy hay sectores que se empecinan en desconocer el rol heterogéneo y plural en dicha guerra patria. En vez de resaltar que militares junto a civiles, perredeístas, izquierdistas, socialcristianos, independientes e incluso ligados a sectores conservadores participaron en la lucha por el retorno a la constitucionalidad y contra la intervención, viven cegados por la pasión grupal o individualista.
Frente a un tema de interés nacional como el de la reglamentación y regularización de los extranjeros, no fue posible un consenso. Y ahora, ante la posibilidad de una ley electoral y de partidos; un posible Pacto Fiscal, así como producir modificaciones en las Altas Cortes y otros organismos importantes del Estado, no estamos seguros de que habrá capacidad para deponer actitudes y procurar fórmulas, si se quiere eclécticas, para fijar posiciones comunes frente a problemas comunes.
Porque hemos actuado con mentalidad de archipiélago, no de continente. Cada quien es dueño de su verdad y sus intereses, y el que no piense igual es señalado con calificativos impropios.
Las pugnas internas y la falta de planes comunes nos han consumido y estancado. Pero no sólo por nuestras propias debilidades, sino además, por la estrategia inteligente de sectores extranjeros y locales que han sacado bastante provecho de ellas.

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