Heraldo de la cumbre

Heraldo de la cumbre

Dulce de Piña comenzó a rendirme su informe. La mandé a averiguarme qué hacen en la cumbre presidencial porque tuve temor de mandar a Moro De León. Diversos factores me obligaron a desechar a Moro. Su mismo nombre no lo favorece, pues discutidor y gago a un tiempo, podía provocar que se lo comieran vivo. Y aunque es Moro De León, en realidad parece de güandules. Es muy impetuoso y, además, flojo de manos. Por ello preferí mandar a Dulce a la cumbre de las fuerzas vivas. A Moro lo remití a la cumbre de las otras fuerzas.

Dulce es acuciosa y perspicaz. Por la forma en que me expuso sus observaciones pueden darse cuenta.

-¡Óyeme, ese salón estaba lleno! Todos estaban en la cumbre. ¡Imagínate, un hotel de quince estrellas con ese salón así, que no cabía ni un mandado! Y aquellas mesas llenas de gente. En una mesa conté catorce hombres con Dulce de Cocco.

-¡Llegaste a los postres! ¿Y no participaste del almuerzo?

-¡No, no!, lo que te digo es que en la mesa de los catorce estaba Dulce de Cocco. Y lo bueno no era eso, sino que todo ahí es modernísimo. Estoy asombrada, a-som- bra.dí-si-ma, porque vi una máquina mo-der-ní-si-ma que echa el chocolate en chorro  apenas le pones un vaso o una taza frente al grifo. ¡Eso es chulísimo!

Quise bajarla de la nube diciéndole que hace tiempo se inventó el censor de movimiento. Le recordé que es un sistema muy usado en baños públicos. Mas no me hizo caso. Continuó su relato con ardor y entusiasmo.

-Ni te imaginas eso. Por poco me baña de chocolate, porque el aparato envía un chorro con fuerza, dijo alborozada. Me extrañó sin embargo, porque añadió que le faltó poco para pelear con el mozo.

-¿Y por qué te ibas a abruzar con el mozo?

-¡Imagínate!, parece que por la fuerza del chorro se llena el vaso de espuma y te deja un chin chín de chocolate, aseguró.

En este momento decidí pedirle un informe escrito a Dulce. Moro acababa de llamarme. Le pedí viniese a rendirme su informe. Lo hizo, por cierto, con menos prolijidad. Comencé yo el diálogo. Mi primera y única pregunta inquiría sobre los temas tratados. La gaguera le subió de tono cuando intentó ofrecer su comentario.

-Ha… ha… bla… bla… bla… bla… bla…

Y como sentí que se ahogaba le pedí, también a él,  que me rindiera su informe por escrito. Después de todo es preferible que estén por escrito lo del Dulce de Piña y lo del Moro De León. Los informes me dirán que para abordar los problemas de una cumbre sobrarán recursos. En la otra faltarán los recursos. Y por ello ni de la una ni de la otra saldrá nada para los moros ni para los dulces.

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