Herederos de Luperón (3)

Herederos de Luperón (3)

Según explica José Luis Pardo, “gobernar con las encuestas” es un procedimiento político “que consiste en tomar hoy unas medidas que se sabe satisfarán a una determinada franja del electorado (cuyo voto se pretende así mantener cautivo), y mañana otras que complacen a otro sector de clientes, con la esperanza de que, a fuerza de sumar esos versos sueltos, se compondrá el poema de la victoria en los comicios generales”. A veces este método conduce a la “desagregación” o a la división social en grupos irreconciliables. Pardo estima que esas practicas nos han llevado a la “destrucción de las mayorías”, a la “falta de consenso” entre los partidos políticos.

Cree que “la desmedida ambición de sus “aparatos” por perpetuar la inercia de su poder” conduce a la “difuminación de los intereses generales” y, desde luego, a la sustitución del “interés publico” “por los intereses privados de públicos diversos”. El concepto de sociedad tiende a ser arrumbado, “como un peligroso mito “… “en favor de… nuevos enjambres de individuos reunidos sólo ocasionalmente para finalidades que caducan a corto plazo, como contratos de trabajo vinculados a proyectos efímeros”. Esos “nuevos enjambres” liban de las economías nacionales, parasitan de los erarios y “estrangulan” las instituciones de derecho público; para que no haya manera de expulsar de ellas “sus funcionarios, esa casta indolente y adocenada”.

vecino

Pardo ganó el Premio Nacional de Ensayo en el año 2005 por su libro “La regla del juego”. Es catedrático en la Universidad Complutense de Madrid, donde se doctoró en Filosofía y Letras con una tesis especializada, de semiótica, que compuso en 1985. Añado estos datos biográficos sobre el autor de “La sociedad en fuga”, porque debajo de su escrito en “El País” sólo decía: José Luis Pardo “es filósofo”. Una mención “profesional” que podría desacreditarle.

Además de Platón, Aristóteles, Descartes y Kant, es seguro que seguirá habiendo filósofos en el mundo. Pero hasta ahora, la costumbre era que los graduados en esa disciplina –confusa desde sus orígenes en Jonia– fueran llamados doctores o licenciados, nunca “filósofos”. A lo que debe añadirse la descalificación que suelen hacer los políticos de todo “saber teórico”. Creo que sí vale la pena leer ensayos escritos por filósofos.

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