Herencia de las
guerras mundiales

Herencia de las<BR> guerras mundiales

Las últimas tres generaciones de seres humanos sobre la Tierra, que han llevado a la población mundial a más de seis mil millones de seres, han ido sumergiéndose poco a poco en una espiral de la violencia ciudadana, que en todos los países, tienen sus propias características y temores.

Las dos guerras mundiales del siglo XX marcaron una sangrienta impronta cuando millones de seres, tanto de los combatientes como de la población civil, fueron inmolados a nombre de las ambiciones de los políticos que pretendían extender sus dominios para el control mundial de todo el planeta, y que tuvo su horrorosa culminación con el estallido de las dos bombas atómicas sobre suelo japonés en agosto de 1945.

Tales eventos bélicos, de proyección mundial, cobraron la vida de millones de jóvenes de menos de 25 años, que fueron inmolados en islas del Pacífico, en Europa y el Norte de África, dejando a muchos países sin recursos jóvenes necesarios para la reconstrucción. Las numerosas guerras de liberación en muchos países aportaron su enorme cuota de jóvenes muertos, empujados por supuestos iluminados y redentores sociales aupados por un falso marxismo.

Las dos guerras fueron el preámbulo de la nueva era que se iniciaba con las innovaciones tecnológicas más modernas y hacer desaparecer de nuestros hogares aquellos huevos de madera para zurcir medias y ropa interior, tan comunes hasta llegar a la era del descarte de vestimentas rotas o viejas. Sin duda, aquellos esfuerzos a finales de la década del 50 y parte del 60 del siglo XX de las nuevas tecnologías y de un capitalismo rampante, se convirtieron en la bisagra para entrar de lleno a la era de la opulencia de los países, consolidándose con el derrumbe del comunismo en los años 90.

Por la falta de guerras, exterminadoras de las poblaciones jóvenes, con excepción de lo ocurrido en Vietnam o en Irak, casi todos los países disfrutan de un crecimiento que llevó o la población mundial a los topes actuales. Se engendró el malestar de insatisfacción de la juventud, adentrándose en una espiral de la violencia, dándole rienda suelta a sus impulsos más primitivos y conglomerándose en torno a bandas.

La popularidad de la droga, en demanda creciente en poblaciones insatisfechas como la norteamericana, abrió las puertas a nuevas riquezas en donde las gangas juveniles tuvieron un campo de acción más productivo como apéndices de los grupos de poder, que las conquistaban para el consumo de drogas, su distribución y protección. De repente, los pingües beneficios de las drogas, se convirtieron en hermosas torres, residencias, vehículos y el disfrute hedonista de la vida, apoyados en la violencia de los de abajo, similar a lo que ocurre con las maras de El Salvador y en las bandas locales de los barrios norte de Santiago o de Gualey o Capotillo en la capital.

La violencia de las últimas tres generaciones ha arropado a los países de la Tierra.

La gravedad de la situación está determinada por la ceguera de los políticos que gobiernan, cuyo objetivo primario es enriquecerse, sacándole mayor provecho de lo que les toca administrar, viendo estrecharse el cerco de la inconformidad, que tarde o temprano, les impedirán disfrutar de las riquezas mal habidas.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas