Claudio Acosta 
Claudio Acosta
Herencia maldita.- El derecho a la protesta, siempre que sea pacífica, está consagrado en la Constitución, pero la Policía Nacional sigue actuando como si no lo supiera. Hace unos días fueron las enfermeras, a las que reprimió con violencia, golpeándolas y arrojándoles gas pimienta, cuando protestaban en reclamo de reivindicaciones laborales frente al Palacio Nacinal, de donde fueron desalojadas a empujones y macanazos. ¿Qué tipo de amenaza a la paz pública representaban para que su protesta fuera reprimida de manera tan brutal? Esa pregunta hay que volver a hacerla luego de ver cómo la llamada institución del orden lanzó bombas lacrimógenas a un grupo da agrónomos, encabezados por su presidente Tito Hernández, que realizaban un plantón frente al Ministerio de Agricultura para reclamar mejores salarios, pensiones dignas y la reposición de los cancelados.
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Por suerte nadie salió herido de la escaramuza, que hizo huir despavoridos a los agrónomos, muchos de los cuales se trasladaron hasta la Capital desde el interior en autobuses, pero a Tito Hernández tuvieron que llevárselo del lugar debido a que la inhalación de los gases lo afectaron. La respuesta que se le ha dado a esas protestas desde el gobierno, en cuyo nombre actúan las fuerzas del orden, ha sido totalmente desproporcionada y muy poco democrática; y si hay un partido al que no le luce, conocidos sus orígenes, enfrentar de esa manera las legítimas protestas de esos gremios es al PRM. Sospecho que la responsabilidad por esos hechos recaerá sobre la Policía, y su conocida vocación por la fuerza. Es muy probable, sin embargo, que le estemos pidiendo demasiado de una institución que a pesar de que Trujillo desapareció hace 64 años no ha podido sacudirse esa herencia maldita. Pero los verdaderos culpables son los políticos que, durante todo ese tiempo, por miedo o indolencia, se han desentendido de su modernización y actualización, en todos los sentidos, y hoy es la democracia dominicana la que está pagando las consecuencias.
