Hermann publicará hallazgos sobre la guerrilla
de Caamaño

Hermann publicará hallazgos sobre la guerrilla <BR>de Caamaño

POR ÁNGELA PEÑA
La campaña de descrédito, el hostigamiento, la persecución contra el profesor Juan Bosch cuando el desembarco de Playa Caracoles fueron tan intensos por parte de Joaquín Balaguer que obligaron al político a esconderse, teñirse el cabello de negro y escribir cartas a los senadores liberales de Washington informándoles de la situación, reafirmando su condición democrática y exigiendo respeto a su integridad física.

También se dirigió a ellos José Francisco Peña Gómez, exponiendo iguales inquietudes. Los destinatarios eran J. William Fulbright y Edward Kennedy.

Hamlet Hermann hizo el hallazgo de la correspondencia durante un trabajo de investigación que realizó en el Archivo Nacional de Washington donde encontró también otros reveladores informes relacionados con la guerrilla de cuya incursión en el país se conmemoran hoy treinta y dos años.

«Las opiniones de la embajada norteamericana sobre la campaña contra Bosch son muy interesantes, cómo desde el principio se trata de espantar a Bosch sin hacer intento para capturarlo sino acosándolo y dejándolo libre. Hicieron una gran campaña en los medios de comunicación para que Bosch perdiera el respeto que le tenían las bases. No dudo que la división del PRD, que vino poco después, estuviera marcada por ese aspecto, hasta el punto de que mucha gente cada vez que hace un análisis sobre Juan Bosch lo tilda como que la valentía personal no era una de sus virtudes», comenta Hamlet Hermann.

En sus búsquedas dio con la procedencia de los perros que los persiguieron, calificados como «dos veces come mierda» por el entonces coronel Ramón Romero Pumarol (Monchi), porque aparte de descubrir y engullir los excrementos de los revolucionarios, no los alcanzaron. Confirmó, en los reportes norteamericanos, el historial completo del entrenamiento de los Boinas Verdes a un batallón que se reunió desde septiembre en Constanza, comandado por Carlos Castillo Pimentel y luego sustituido, durante la insurrección, por Héctor García Tejada, declaró, y un considerable número de informaciones en torno al estricto seguimiento que el Departamento de Estado dio al coronel Francisco Alberto Caamaño desde noviembre de 1967 hasta que «García Tejada lo remata con un tiro en la cabeza».

El escritor, sobreviviente del hecho, revisó con pasión cada legajo que le fue permitido copiar pues muchos, como los de las elecciones que ganó Balaguer en 1966 ó el entrenamiento a las tropas dominicanas por el ejército de Estados Unidos, están todavía muy protegidos, según comunicó. Los que obtuvo, sin embargo, le han permitido confirmar suposiciones, aumentar las experiencias vividas durante sus momentos de acción, captura, tortura, interrogatorios, o completar testimonios ausentes de sus libros, como por ejemplo la reacción del entonces Presidente Balaguer cuando le informaron el apresamiento de Caamaño.

A las pruebas localizadas en Washington agregará confesiones que le han hecho militares vinculados a las operaciones contraguerrilla de Caracoles y toda esta novedad se incorporará a una tercera edición de su libro Francis Caamaño, Coronel de Abril, Comandante de Caracoles, que circulará en el aniversario de la revuelta de 1965.

En el avance de los reveladores datos recientemente investigados son reiteradas las menciones a Ramón Emilio Jiménez, Joaquín Antonio Pou Castro, Enrique Pérez y Pérez, Raúl Almonte Lluberes, Juan René Beauchamp Javier, Héctor García Tejada, Joaquín Balaguer, Juan Bosch, Francis Caamaño, entre otros. El político conversa de su trabajo, en el que está inmerso, con euforia por los hallazgos, seguro de sus afirmaciones que emite con la absoluta autoridad del que tiene en sus manos el poder de la verdad que comenta con sus personales convicciones por haber sido actor de aquel acontecimiento que aunque para muchos fue un gesto de valentía y patriotismo, para el oficialismo fue motivo de preocupación, y para algunos analistas una inmolación, una aventura condenada al fracaso.

LOS PERROS

«Después de la muerte de Caamaño, el 16 de febrero, sentimos en un momento los ladridos insistentes de unos perros que no eran los que tienen los campesinos en casa. Nos seguían y siempre supusimos que los había conseguido la misión americana», cuenta Hamlet Hermann quien descubrió en los archivos «que Milo Jiménez, entonces secretario de las Fuerzas Armadas, envió a Tony Moya a que se presentase como embajador dominicano a una empresa de Miami a buscar perros para una cacería». El propietario de la compañía, sospechoso, se comunicó con el departamento de Estado que le advirtió que se trataba de una guerrilla, advirtiéndole del riesgo «y al final se alquilaron los perros como entrenadores». Refiere la reacción de Romero Pumarol porque, en realidad, los cachorros «no hicieron nada que valiera la pena. Esa fue una sorpresa que encontré, nunca imaginé que había sido una manera tan trivial como se habían buscado y traído».

Otra revelación del libro que pondrá a circular Hermann es la reacción de Balaguer al ser enterado del apresamiento de Caamaño, primero «por un personaje del país que había sido comisionado por él para que interceptara las comunicaciones radiales y telefónicas de los jefes militares, de los que desconfiaba, aunque los tenía ahí, pero desconfiaba de Milo y de Pérez y Pérez», y luego por el propio Jiménez en persona. «En este país no hay cárcel tan grande para alojar a ese hombre», exclamaría el Presidente. «Entonces Milo lo interpreta como una condena de muerte, en el lenguaje de los poderosos eso es: a ese hombre hay que matarlo, y Milo, acostumbrado a ese lenguaje de Balaguer y a ejecutar en base a interpretaciones, procede. Vuelve en helicóptero con Enrique Pérez y Pérez, que era el Jefe de Estado Mayor del Ejército, con Frank Amiama Castillo, con Ñoñó Pou, transmiten la orden a Beauchamp Javier, Beauchamp selecciona a Héctor García Tejada con el teniente Almonte Castro y dos chóferes del Sexto Batallón de Cazadores para ejecutar a Caamaño». Las heridas que presenta el cadáver, refiere, «no son de combate, sino como de tiro zafado porque parece que por el nerviosismo, los dos solados pusieron los fusiles en ráfaga y por poco matan a García Tejada, que le da el tiro de remate, en la cabeza».

En un encuentro histórico en Massachusetts, García Tejada siguió a Hamlet Hermann hasta el baño, en un receso, para aclararle que él no había sido quien mató a «su compadre», narró el escritor. Al éste conminarlo a que lo hiciera en presencia del numeroso auditorio, el ex militar «no se defendió. Todo quedó ahí».

Hamlet Hermann incluirá informes sobre los movimientos de Caamaño, supuestamente ofrecidos por indiscreción o agentes encubiertos, las campañas contra el jefe guerrillero por gente de la misma tropa que estaba entrenando, el odio persistente entre un sector de las Fuerzas Armadas hacia el líder de abril, las causas del saqueo y el hundimiento del barco Black Jak en que desembarcó el grupo, los manejos de la Agencia Central de Inteligencia y las maniobras de los Boinas Verdes.

Hay un aspecto que planteará para debate: «¿Por qué no vinieron con Caamaño, en 1973, los que se jactan de haber estado con él en la Guerra de Abril? Y algunos de ellos ¿por qué prefirieron servirle a Balaguer como son los casos de Monte Arache y de Héctor Lachapelle que a raíz de la desaparición de Francis los llamaron aquí, a Santo Domingo, informaron y después volvieron a sus puestos en el exterior y luego, cuando nosotros desembarcamos el que estaba a cargo de la represión en la capital era Monte Arache y en Santiago era Lachapelle? Sería conveniente que se desarrollara ese debate», opinó.

En los informes detectados por Hamlet Hermann correspondientes a 1973 figura uno muy revelador aconsejando que ya eliminado Caamaño, Balaguer debía detener un poco la coerción, los asesinatos. «Hay una mención muy específica de las gestiones de la embajada norteamericana dirigiéndose a Balaguer y a los principales ejecutores de aquellas medidas donde le piden: señores, ya desapareció el peligro principal, que era Caamaño, paren la represión, paren el abuso».

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