HernándezUn rotundo sí a la isla

HernándezUn rotundo sí a la isla

GABRIEL R. ROEDÁN
¡Cuanta ñoñería, gritería y pataleo ha originado la posible construcción de una pequeñísima islita frente a las costas de nuestra ciudad primada de América! Las razones en contra, y las críticas tienen bases tan débiles y ridículas, que ante la magnitud de la obra resultan risibles…

El hombre en su afán de superación, ha logrado objetivos que hacen pocos años parecían ilusiones utópicas. En diferentes partes del mundo se han construido islitas que suman millones de metros caudrados y que hoy día son admiradas por su contribución a la riqueza y belleza que aportan a sus ciudades. Por ejemplo, el que ha sobrevolado la ciudad de Miami queda sobrecogido de admiración ante el logro titánico de la ingeniería moderna.

¡Y que regalo nos ha dado la naturaleza al brindarnos frente al comienzo del malecón, una magnífica plataforma marítima donde podamos desarrollar una impresionante y moderna islita con sus atracaderos de botes, veleros y yates, convertido en un interesantísimo destino a visitar!..

Esta plataforma rocosa, ¿Para qué ha servido? ¿Quién ha llevado la cuenta de los barcos que allí se han encallado? El más famoso, el buque de guerra norteamericano «Memphis», cuyos restos recordamos los que sobrepasamos los 70. ¡Este mismo año, recientemente encayó ahí un buque de carga!

Los que recordamos el Santo Domingo de antes, sabemos muy bien en qué punto terminaba la costa oriental del río Ozama. Esta costa fue artificialmente alterada y se han construido cientos de miles de metros cuadrados mar adentro lo que se llamó el «rompeolas», incluyendo una playa artificial …¿y cuántos miles de metros cuadrados le robamos al mar frente al obelisco y el parque Hostos? ¿Por qué nadie protestó por estas obras, que siguen ampliándose hasta nuestros días?

¡Que nos van a quitar la vista del horizonte! gritan aquellos que encuentran en la monótona línea del horizonte la cúspide de la belleza marítima, cuando para eso, más allá de la Churchill tienen kilómetros y kilómetros de un precioso malecón… Los hoteleros del área no se imaginan el valor y conveniencia que ese proyecto daría a sus propiedades. Sus huéspedes y turistas utilizarían el puerto para dejar allí anclados sus yates. Las vistas desde las habitaciones que miran al mar serían espectaculares, llenas de vida y movimiento, y ni hablar de la vista de ensueño que de noche reflejaría en las aguas las multicolores luces de avenidas, edificios y embarcaciones.

Los dominicanos que amamos nuestra tierra, y deseamos lo mejor para ella, le damos un rotundo SI a la isla. Solo me resta pedir para complementarla, que las autoridades les den mantenimiento a nuestros monumentos de interés turísticos, en especial, terminar el campanario de nuestra catedral primada y terminar el Faro a Colón, que aún permanece hoy día desnudo.

Si por ahora no se aprueba la construcción de la isla, no importa, ya la idea está en la mente del pueblo y algún día se hará realidad. Entonces a los que se oponen, los veremos sentados en el malecón disfrutando absortos frente a tanta belleza…

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