Héroe dos veces y después ¡tirano!

Héroe dos veces y después ¡tirano!

En la lucha contra el tirano Buenaventura Báez Méndez, cuando los terribles y  calamitosos “Seis Años,  en el Sur de la República al lado de José María Cabral, de Wenceslao Ramírez, de Pablo Mamá y de los hermanos Ogando, allí en el Sur profundo presente estuvo Ulises Heureaux (Lilís). Se cuenta que cuando el puertoplateño logró llegar al campamento del general Cabral, tuvo la suerte de conversar primero con el general Wenceslao Ramírez, jefe del Estado Mayor del general Cabral, a quien le manifestó sus deseos de entrevistarse con el héroe de Santomé y La Canela que para él  traía desde Puerto Plata, una carta de parte de “su papá Luperón”.

El general Ramírez le prometió llevarlo muy en breve a presencia del general en jefe. Logró Lilís entregarle personalmente a su destinatario la carta de “su papá Luperón”, la cual expresaba el vivo deseo que el portador de la misma tenía de unirse a las fuerzas que a tiros y machetazos defendían la soberanía nacional, puesta en peligro por las ansias anexionistas de Buenaventura Báez.

Fue Lilís muy bien recibido y lo instalaron junto a los otros soldados. Pero al pasar los días y no ver que lo escogían para participar en alguna pelea, se quejó al general Ramírez, porque él, el coronel Heureaux, no había ido a pasear, sino a combatir. Un día decidió el general Cabral topar el “gallito negro” de la traba puertoplateña del general Luperón.

Y con las tropas formadas se Ie dio autorización al pupilo de Luperón para que seleccionara veinte hombres para una misión en la loma de Quita Corazas donde los hombres de la bandería roja que recibían las crudelísimas instrucciones del general Valentín Ramírez Báez, medio hermano de Buenaventura y tan malo como él, impedían a los combatientes de la revolución anti-anexionista recibir todo tipo de avituallamiento.

Lilís pasó por el frente de los hombres formados en fila. Y al volver a pasar venía ordenando: “¡Salga usted. Salga usted!”. Cuando seleccionó sus veinte hombres, el general Cabral le miró la cara al general Ramírez en forma interrogante. Entonces el general Cabral directamente se dirigió al coronel Lilís y Ie preguntó que cómo había sabido que esos eran los hombres revolucionarios más guapos que formaban la fila. Respondiéndole Lilís con toda su famosa y nativa marrullería, que: “Los hombres guapos como los caballos buenos, se conocían en “el jilo” y en el blanquizal de  los ojos”.

Lilís, héroe primero y tirano después.

¡Los tiranos son desertores del género humano!

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