Héroes olvidados Guerra de Abril

Héroes olvidados Guerra de Abril

La noticia sobrecogió el espíritu de los que luchaban por la constitucionalidad. Los cadáveres de los patriotas doctor Sóstenes Peña Jáquez, ingeniero Rodrigo Lozada (Desiderio), Edmundo Díaz Moreno (Muny) y otro no identificado aparecieron el 11 de agosto de 1965 en un campo de San Francisco de Macorís luego de desaparecidos tras participar en las acciones revolucionarias que incluyeron el asalto al cuartel de la población. Los reconocieron sus familiares.

Eran combatientes con un ejemplar historial de lucha que se habían integrado a la Revolución de Abril como lo hicieron en movimientos patrióticos anteriores. Al igual que otros héroes y mártires de la Guerra Patria, habitan en el olvido, sin ningún homenaje a su memoria.

Las señoras Altagracia Pérez de Lozada y Quisqueya Acosta de Peña Jáquez, establecieron que estos eran los restos de sus esposos por la dentadura, las ropas y las extremidades superiores e inferiores que aún permanecían intactos pese a que los intrépidos soldados fueron asesinados el 25 de junio y sepultados a dos kilómetros de la carretera San Francisco de Macorís- Nagua.

Lozada, militante del 14 de Junio que también perteneció al grupo Estudiantil Fragua, había participado en el brote insurreccional de 1963 en el Frente Gregorio Luperón y luego de capturado en El Limón fue encarcelado y luego deportado a Lisboa y París. Regresó clandestinamente en marzo y el 24 de abril se sumó a los constitucionalistas. Estuvo en los combates del puente Duarte, en la toma del puerto y en el asalto a la Fortaleza Ozama.

Fue jefe en el comando B-3 de la calle Caracas y estuvo en otro de la José Gabriel García. El 18 de junio salió hacia Santiago y Mao a extender el movimiento, pero al fracasar allí el levantamiento que se esperaba, se trasladó a San Francisco de Macorís, donde se peleaba contra los militares adversos a la conflagración. Al retirarse de la línea de fuego se guareció en la finca de Pedro González, su amigo, donde lo cercó y fusiló el ejército contrarrevolucionario.

Sóstenes Peña Jáquez y Muny habían recorrido el mismo camino de lucha. Peña Jáquez también guardó prisión y sufrió posteriormente el destierro hasta su regreso clandestino en marzo de 1965. Se le ordenó radicarse en Santiago hasta que fue llamado a integrarse a la revuelta de San Francisco de Macorís. Los mismos asesinos de Lozada los ultimaron en el mismo sitio. Peña Jáquez dejó tres hijos y a la esposa con cinco meses de embarazo.

En un informe de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos se determinó que el cuarto cadáver correspondía a Carlos José Gómez, basado en una comunicación remitida el 17 de julio. Los cuatro, según el reporte, fueron delatados por un vecino.

Otros olvidados. En el Corredor de Seguridad trazado por los norteamericanos fue abatido Santiago Medina Encarnación (Mayito), quien trataba de hacer pasar a la facción constitucionalista a miembros de la fuerza represiva que merodeaban por la Duarte con Barahona.

Mayito “tuvo el valor y el arrojo de introducirse en el territorio” enemigo tratando de conquistar militares dominicanos del bando contrario. Un policía le dio muerte de cuatro balazos.

José Joaquín Jiménez “fue fusilado por traidores a la patria” en los sucesos de San Francisco de Macorís, donde también cayó Nelson Augusto Duarte.

Pedro Adolfo Rojas Herrand, miembro del llamado Grupo Bravo del comando San Carlos no fue asesinado ni murió en combate. Falleció tras escaparse un tiro a su arma, pero se le reconoció su valentía durante la contienda bélica. El mismo día de su muerte una patrulla mixta de la Policía y la Marina ultimó por la espalda al obrero Daniel Núñez.

Al CEFA se atribuyó, por otro lado, la muerte de Nicasio Antonio Hiciano Díaz, en la Ramón Cáceres esquina Nicolás de Ovando. El cadáver fue lanzado en Las Cañitas.
“Defendiendo la libertad”. José, Baldemiro y Julio Méndez murieron “como hombres defendiendo la libertad de su Patria”. Fueron ametrallados por el CEFA en la calle Moca esquina Francisco Henríquez y Carvajal.

Meses más tarde cayeron Rafael Morel y Zoilo Medina Sosa, acechados y perseguidos cuando regresaban a sus hogares por militares al servicio de Elías Wessin.

José Antonio Ruiz, de 14 años, fue alcanzado por las balas de dos marinos interventores que jugaban con sus armas.

El periódico Patria daba cuenta, además, de hombres y mujeres fulminados por las ráfagas asesinas de los invasores y de oficiales nacionales contrarios a la Guerra, pero por la situación imperante parece que a veces resultaba difícil obtener sus nombres, como una muchacha de 20 años muerta por los norteamericanos en la Teniente Amado García esquina Hermanos Pinzón pero estos impidieron al público acercarse. “La metieron en una ambulancia y se alejaron”.

Otra nota expresa: “Un soldado constitucionalista fue muerto por cuatro balazos que le disparó un agente de la Policía Reconstructora (se refiere al Gobierno de Reconstrucción Nacional que presidía Antonio Imbert Barrera) en las inmediaciones de la Duarte con Barahona”.

Y también: “La señora de Gilberto Antonio Peña, presidente de la Asociación de Choferes Independientes, fue asesinada por los yanquis en las cercanías del Polvorín, en la carretera de Villa Mella, porque se negó a declarar el paradero de su marido…”.

Y otro entonces desconocido fue “un joven asesinado por miembros de las fuerzas de Imbert en la Moca esquina Manuel Ubaldo Gómez”.

Durante y después de la refriega, las marchas a los cementerios, los ataúdes cubiertos con la bandera dominicana, las muchachas enlutadas desfilando en protesta por tantos muertos y desaparecidos y portando coronas de flores, se convirtieron en escena cotidiana de la Guerra.

Imperaba el dolor por la ausencia de tan considerable número de guerreros caídos tratando de ser fieles a una de las tantas consignas de Abril: “El deber del patriota es hacer que el soldado enemigo muera por su patria”.

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