Herzen como pensador de la identidad nacional rusa

<p>Herzen como pensador de la identidad nacional rusa</p>

POR LUIS O. BREA FRANCO
«La tierra es propiedad común de la raza humana, y no de personas privadas»
Una de las grandes virtudes del libro de Berlin, «Pensadores rusos», fue la de resaltar la enorme importancia que la figura de Herzen ha tenido para el pensamiento de la época moderna en el siglo XIX; situándolo en su tiempo, contribuyó a redescubrirlo y a replantear su importancia para el pensamiento occidental del siglo XX.

Sin embargo, la imagen que del pensador ruso obtenemos desde la obra de Berlin sólo nos permite ver una parte de sus preocupaciones.

Berlin ilumina, en la visión de Herzen, el aspecto, sin duda, más determinante y de mayor posibilidad de desarrollo para el tiempo en que él escribía, pero -creo que esto debe ser resaltado- reduce y minimiza otros aspectos, también presentes y que deberían ser considerados capitales en el pensamiento del pensador ruso, con igual derecho del problema de la libertad.

En el pensamiento de Herzen la problemática de la libertad aparece siempre vinculada con su interés por instaurar en Rusia un socialismo que pudiera conjugarse con algunas particularidades que estimaba entrañables de la cultura rusa.

En este orden de ideas habría que precisar que en Herzen actúan dos núcleos de preocupaciones y que en cada momento el pensador intenta trenzar con ellas un definido tejido de relaciones significativas para articular un proyecto de liberación humana adecuado a la realidad histórica de su patria. 

Por un lado está su interés –descrito por Berlin- de garantizar, por encima de todo, el ejercicio de la libertad del individuo concreto contra todos los ídolos idealizados que pudiesen ser llamados a justificar, en el interior de los concretos procesos revolucionarios, la necesidad de postergar la liberación o el disfrute pleno de las libertades para un segundo momento, según la marcha y la consolidación de los procesos revolucionarios.

Herzen se opuso enérgicamente, siempre, durante toda su vida, a que las garantías del ejercicio de la libertad debida a todos los seres humanos, se pudiese posponer para un segundo momento de la lucha por la transformación social, que era la tesis defendida por los populistas rusos de los años setenta y por los marxistas en Europa occidental.

La libertad para Herzen no es una propiedad o situación que pueda negociarse y realizarse a posteriori; ésta debe ser conquistada y defendida siempre, y debe regir en todo momento; debe constituirse como un hecho real, como un ejercicio vigente, aquí y ahora, reconocido a todos.

Por otro lado, Herzen analiza y profundiza en las características propias de la cultura rusa, en su historia y en las coyunturas que la dominan en su tiempo, para desde esa toma de consciencia emprender un camino concreto, propiamente ruso, que condujera al desarrollo social y económico para la milenaria nación y sus depauperados habitantes.

En este sentido, Herzen intenta descubrir en los fundamentos culturales de Rusia los elementos que harían posible la edificación de un proyecto de liberación para la humanidad; un proyecto que habría de arraigar en sus tradiciones y en los modos de vida concretos de un pueblo todavía no contaminado por la mediocridad y avaricia de la burguesía o por la deshumanización y explotación del capitalismo.

Como modelo para esta construcción histórica recurre a la revaloración y reafirmación de la ancestral institución ruso-campesina de la propiedad colectiva de la tierra, la llamada «obshina».

Esta idea se asentó en él cuando estudió, en su juventud, los planteamientos del «ideólogo» de la rebelión decembrista –la rebelión liberal de una parte de la aristocracia para imponer un régimen constitucional en Rusia, que estalló el día de la jura de Nicolás I, el 14 de diciembre de 1825.

Pavel Pestel, sostenía que el fin de la sociedad era «asegurar a todos lo indispensable para vivir, y al mismo tiempo, obtener la abundancia». Por ello entendía –influido por el abad de Mably y los fisiócratas franceses-: «que la tierra es propiedad común de la raza humana, y no de personas privadas».

La conjura de los decembristas, aunque no contó con el apoyo del pueblo, marcó un precedente luminoso para buscar un desahogo a la necesidad de cambio en Rusia, y constituyó como el primer intento histórico de establecer un marco programático para la implantación de los principios del liberalismo, que comenzaba a dominar en Europa occidental.

Esta conjura impresionó profundamente al joven Herzen, quien en su autobiografía apunta que la sublevación y su represión marcó «el inicio de la rápida decadencia moral de la nobleza rusa al evidenciar cuan pobre era su impulso a afirmar la propia dignidad»; resalta, además, como en aquellos momentos de dura represión comenzó a reinar, en Rusia, el terror: «Ninguno se arriesgaba a mostrar compasión o a pronunciar una palabra de sentida solidaridad a los parientes y allegados de quienes todavía la noche anterior se abrazaban fraternalmente y habían sido arrestados en la madrugada».

Herzen confiesa que los horrores del proceso y la condena a muerte de Pestel y sus compañeros, «poco a poco se transformó en el centro de toda mi vida moral y despertó mi alma del sueño infantil».

El socialismo de Herzen buscaba erigirse con la esperanza puesta en el campesino ruso que él describe como:  «un mundo oscuro, ligado a la tierra, agrícola, diametralmente opuesto al mundo urbano de Europa occidental y al mundo caballeresco de la aristocracia».

La visión de Herzen sobre el campesinado ruso era que –como en los tiempos del hundimiento de Roma- «se constituirían como «nuevos bárbaros», capaces de dar el último golpe al «viejo mundo»… -y agregaba-: «Si el socialismo revolucionario es incapaz de terminar con la sociedad decadente, entonces será Rusia la que cumplirá esta misión. …la regeneración del decadente Occidente, gracias a la dominación rusa, será entonces una posibilidad objetiva».

Según entendía Herzen, Rusia desempeñaría un papel decisivo en la historia de la humanidad. El mesianismo que define para su país le otorga la gran finalidad histórica de llevar a cabo la liberación de la humanidad en su conjunto, mediante la realización de una revolución social que se sustentaría en la propiedad común de la tierra y en el ejercicio pleno de las libertades individuales. ¡Cuán diferente resultó todo!

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