El especialista en recursos hidráulicos Gilberto Reynoso recomendó a Salud Pública que además de prohibir la pesca y el baño en el río Ozama, construya letrinas para que quienes residen en su ribera no viertan materias fecales, de manera que se pueda controlar la bacteria del cólera.
El gobierno anunció ayer la construcción de 1,500 letrinas en las provincias San Juan de la Maguana, Elías Piña, Azua y Dajabón.
Reynoso sugirió además que se amplíen las prohibiciones a otros ríos, arroyos, cañadas, lagunas y canales de riego, cuyas aguas están muy expuestas a la contaminación por el cólera y tienen un uso directo e intensivo por las poblaciones aledañas.
Reynoso citó a laguna Cabral y los ríos Pedernales, San Juan, Higüamo, Soco, Chavón, Duey, Sanate y Masacre, así como canales de riego en los cuales debe prohibirse la toma de agua a la población y monitorizar constantemente a los fines de detener la pesca, si fuere necesario.
En el sur. Explicó que la laguna Cabral es utilizada para la pesca de tilapias, que son consumidas por miles de personas en las provincias Barahona, Baoruco e Independencia.
Señala que al río Pedernales debe ponérsele mucha atención, por ser la fuente de abastecimiento de agua potable para el municipio de Pedernales, pero es objeto de severa contaminación por descargas de aguas contaminadas con heces fecales producidas por la población haitiana de Anse-A- Pitre, donde ya se han registrado casos de personas afectadas por cólera.
El río San Juan, indica Reynoso, y los canales de riego de la provincia de San Juan, además de ser receptores de las aguas residuales no tratadas adecuadamente, están expuestos a contaminación por las excretas de personas que defecan en sus sus cercanías, y que posteriormente son consumidas o utilizadas para el riego de cultivos agrícolas.
Región Este. Reynoso sugirió que se preste cuidado a los ríos Higuamo, Soco, Chavón y Duey.
Recordó que el Higuamo, suministra parte del agua consumida por el municipio San Pedro de Macorís, pero, aguas arriba de la toma del acueducto descargan las aguas negras pobremente tratadas, provenientes del municipio de Hato Mayor.
Dijo que el Higüamo finalmente deposita su carga contaminante en el mar Caribe, contaminando el litoral de Juan Dolio, Guayacanes y Boca Chica.
Prosigue que en el caso del río Duey recibe a través del arroyo Cagüero parte de las aguas no tratadas de la ciudad de Higüey.
Reynoso sostuvo que luego en diferentes puntos del río son utilizadas las aguas en diferentes usos, incluido el consumo humano.
Cita que caso similar acontece con las aguas de los ríos Soco, Chavón y Sanate (San Pedro de Macorís y La Romana), cuyas aguas son contaminadas a su paso por diferentes comunidades y luego son utilizadas aguas abajo en diferentes usos incluyendo el humano y la recreación.
Norte. Reynoso indicó que en el norte la atención mayor debe estar en los canales de riego, al citar que ya se han producido casos de cólera en la comunidad de Estancia del Yaque, en el municipio de Villa Gonzales.
Es preocupante que el agua que consumen los habitantes de Hato del Yaque y de Villa González es conducida por el canal Ulises Francisco Espaillat, las cuales son contaminadas con aguas negras y heces fecales a su paso por urbanizaciones intensamente pobladas, alertó.
Afirmó que en Dajabón se repite la escena con el río Masacre, que contamina con aguas negras y heces fecales y luego, en varios puntos del curso bajo del agua, tiene varios usos, lo que representa un gran riesgo para la salud.
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Grave peligro
Reynoso critica que la mayoría de los ríos dominicanos han sido convertidos en cloacas pestilentes, y la presencia del cólera en la isla Hispaniola les presenta a las autoridades del gobierno y a la ciudadanía en general, la disyuntiva de invertir para hacer del agua una fuente de vida y prosperidad o dejar que se convierta en causa de muerte y devastación.
Es, por tanto, dice, que ante el avance de la enfermedad es imperioso redoblar esfuerzos hasta lograr su erradicación completa. Recuerda que la transmisión hídrica ha sido el mecanismo más importante y determinante de las epidemias de cóleras a través de los siglos, por lo que hay que evitar que los ríos sean el vehículo.