Higienizar el gobierno

Higienizar el gobierno

Durante los primeros dos años del actual gobierno peledeísta, un amplio segmento de la población esperó el sometimiento a la justicia de funcionarios del gobierno de Hipólito Mejía señalados por actos de corrupción. No sucedió.

La inacción del gobierno se impuso con dos argumentos. El primero fue que el PRD tenía mayoría en el Congreso y no podían confrontarlo. El segundo fue, según indicó el propio presidente Leonel Fernández, que lo fundamental para combatir la corrupción no era perseguirla, sino prevenirla.

En el año 2006, el PLD consiguió una mayoría congresional y los sometimientos por corrupción a funcionarios del gobierno anterior no se produjeron.

Tampoco se sometió a nadie por los escándalos de corrupción que comenzaron a aflorar en el gobierno peledeísta.

Luego comenzaron las primarias de los partidos para elegir candidatos presidenciales y las acusaciones de corrupción se redujeron a mera discursiva electoral.

Mientras tanto, las supuestas medidas de prevención de la corrupción no arribaron. Para muestra un botón.

La Cámara de Cuentas, entidad responsable de auditar el gobierno, fue de mal en peor. Y sin el ojo de la entidad auditora, ¿qué podría esperarse del resto del gobierno?

El pronóstico actual es que los corruptos de hoy tendrán igual destino que los de ayer: la impunidad. Así ocurrirá, independientemente de lo que pase con los miembros de la Cámara de Cuentas en interrogatorio.

Por su parte, la Comisión Nacional de Ética, establecida para prevenir la corrupción, puede recibir el acta de defunción. No se conoce  ninguna medida o acción trascendental que haya tomado esa entidad para reducir o eliminar la corrupción.

El problema se agudiza porque a los peledeístas, perredeístas y reformistas se han unido casi todos los políticos chiquitos para tocar en el reparto de la piñata gubernamental.

Por eso una docena de partidos minoritarios y cientos de chinchorros políticos (llamados movimientos) apoyaron la reelección.

Pero entre el año 2004 y 2008 hay una gran diferencia. No hay tantos recursos por el rumbo negativo de la economía mundial.

En el 2004, la situación económica dominicana era difícil, pero la firma con el Fondo Monetario Internacional (FMI) permitió la entrada de dinero fresco y facilitó al gobierno imponer dos reformas fiscales para aumentar sus ingresos.

Además, las condiciones internacionales eran favorables. Actualmente, el precio del petróleo alcanza niveles impensables y el de los alimentos también se ha disparado.

Más aun, la economía norteamericana, destino principal de las exportaciones dominicanas y origen de la mayor parte de las remesas, decrece.

Esto significa que en los próximos años la República Dominicana tendrá menos recursos externos para maniobrar los déficit públicos y la población sentirá mayor presión inflacionaria. En estas condiciones, la tentación de aumentar los impuestos para mantener el gobierno holgado es muy riesgosa. De hacerse, se deteriorarían más las condiciones de vida y aumentaría el descontento político. 

Por otro lado, los constreñimientos económicos fomentan más corrupción, porque cuando la gente tiene dificultad para obtener legítimamente lo que desea, es más proclive a recurrir a lo ilegítimo.

El problema es que la corrupción exaspera a los que quedan excluidos del reparto, sobre todo, en época de constreñimientos económicos.

Frente a las adversidades, el gobierno dominicano tiene dos opciones con la corrupción. Permitir que siga tan campante para beneficio de los avispados inescrupulosos, o higienizar la administración pública, de manera que distintos sectores sociales acepten, aunque sea a regañadientes, las cargas económicas que se avecinan.

Ambas opciones tienen ventajas y desventajas políticas. La primera opción protege las prebendas de los adeptos al gobierno, pero conduce a un fuerte deterioro del apoyo político.

La segunda generaría inconformidad entre los allegados, pero podría contener el descontento político que normalmente se agudiza en tiempos de vacas flacas. Los gobiernos dominicanos siempre han preferido la primera opción. ¿Cambiará el gobierno actual el curso de la historia, o hará más de lo mismo?

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