Hijos que sufren por sus padres

Hijos que sufren por sus padres

Antes de Quirino entrar al programa de protección para testigos de los Estados Unidos, cierta prensa “gallareteó” una impostada indignación cuando un colegio privado ejerció su derecho a no aceptar la reinscripción de varios hijos suyos. Desde litorales insospechados se alzaron voces defendiendo el derecho de los niños del extraditado, acusado de encabezar una organización criminal dedicada al tráfico de cocaína, a asistir a un buen colegio acompañados de hijos de padres honrados.

Recordé lo de Quirino ahora que en el curso de la investigación del caso Figueroa Agosto cada día trae nuevas sorpresas y detenciones de gente que días antes se pavoneaba como si la humanidad les debiera agradecer su mera existencia.

A mi me parece muy saludable que la sociedad dominicana esté reaccionando ante la pretensión de que, sin importar la ocupación de los padres, todas las familias son iguales.

No es así, ni debe ser así. En los países donde hay sistemas judiciales fuertes, con jueces y fiscales generalmente incorruptibles, y donde la aplicación de la ley es simple rutina, uno de los disuasivos más importantes para prevenir acciones delictivas o criminales es la sanción social.

En los Estados Unidos, por ejemplo, cuando a alguien se le señala públicamente como evasor de impuestos, los vecinos le retiran el saludo; el número de amistades se encoge; a veces hasta la propia familia, avergonzada, prefiere alejarse… A esta condena moral se le teme tanto como a la que pueda dictar algún juez o jurado, porque quien la padece queda marcado, expuesto como un ciudadano ímprobo.

Desde hace demasiado tiempo, aquí para muchos lo peor es estar fuera de la gracia del poder, sea este del gobierno o de quienes en su círculo tengan la sartén por el mango. Oí que alguien dijo una vez que a nivel ético, y moral, lo único prohibido era fuñirse, usando el verbo que comienza con “j”. Pero sin sanción para los pillos, ¡andar en Porsche o Ferrari sería casi una auto-incriminación!

La lección que afortunadamente aprenderán muchos muchachos es que las consecuencias del bandidaje no son sólo judiciales, y eso sería un inmenso paso de avance para la República Dominicana, porque como están las cosas, apuesto peso a morisqueta que imputados de narcotráfico, como el protagonista de hoy, siguen luciendo a los ojos de muchos insensatos como héroes que tuvieron mala suerte.

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