Hilda Gautreaux, vivaz e infatigable

Hilda Gautreaux, vivaz e infatigable

En casa siempre hubo ese fervor; yo nací en El Seibo pero después vivíamos en la Isabel la Católica y allí continuaba mamá sus actividades por los perseguidos y prisioneros. Sin embargo, fue en Villa Duarte, en la calle Altagracia esquina Guarionex, donde ella se entregó de lleno a esos movimientos”.

Ramsés Penson Gautreaux, el primogénito de Hilda Gautreaux que siempre se mantuvo a su lado, hace el recuento de la valiente mujer que aunque enferma, no descansó en la lucha política, social, humana, ni en el afán de ser una profesional para reclamar con mayor autoridad los derechos de oprimidos y explotados. Se trasladó a la Capital a casa de su tía Rosario Carlos de Bello, en la calle Pina, para ir a la Universidad a estudiar derecho. Se graduó en 1966.

Su labor en Villa Duarte la conoce perfectamente Rafael Báez Pérez (Cucullo), a quien los hijos de Hilda consideran su orientador. “Me desempeñaba como responsable de organización del 14 de Junio en el Distrito, y ella era dirigente del comité barrial del sector, era muy activa, allí se preparaban acciones de protesta, eventos para recolectar dinero. Hilda se granjeó el cariño de los jóvenes”, recuerda Báez Pérez.

Evoca su participación en Fragua, en la Federación de Estudiantes Dominicanos (FED), en la Federación Dominicana de Mujeres, en las manifestaciones de destrujillización y en el reclamo por la autonomía de la Universidad. “Era de muchos desarreglos, vivía andando tras los presos, haitianos exiliados, gente desaparecida”. Cuenta que cuando nadie conocía el paradero de Leonel Viau, ella lo descubrió en la cárcel por una nota que él le envió diciéndole que Papillón le mandaba un beso. Así le decía ella a su hijo menor.

Agrega que Hilda contribuyó “a enrolar un sector importante de mujeres que tuvieron destacada participación en la guerra, como Wanda Vargas, hermana de Platón; Lourdes Contreras, Teresita Espaillat, Cristinita Díaz y otras que no recuerdo”.

Amigos de ella fueron también Amín Abel, Teresita Espaillat, Orlando Sánchez Díaz, Guido Gil, Orlando Rodríguez, Virgilio Bello Rosa, añade.

Manifiesta que Hilda se integró a la revolución “inmediatamente sonó el pronunciamiento de Peña Gómez por la radió” y describe los lugares donde estuvo como enfermera. Narra, además, su actuación en la toma de la fortaleza Ozama. “Fue de las que trasladó a los policías presos al Palacio de Justicia, armas en mano, y estableció una relación con exmilitares que le sirvió después en sus búsquedas de presos y desaparecidos”.

Señala que fue instructora de mujeres en la Academia del 14 de Junio y que tomó parte en la defensa del puente Duarte “cuando los constitucionalistas estaban siendo bombardeados por el CEFA”.

“Durante los días 14 y 15 de junio, fechas de los principales ataques invasores, Hilda sirvió de sostén y apoyo a los combatientes en el comando B-2, en la calle Enriquillo. Ahí fue que le destrozaron las piernas a Jacques Viau”, significa Rafael Báez Pérez.

Describe a Hilda “debilucha, delgada, vivaz, alegre, muy solidaria, desprendida de lo material”.

Menciona su estrechez económica, los apresamientos y torturas que llegaron hasta a quemarle los cabellos, el asma. “Ella no cuidaba mucho su enfermedad; eso la mató”.

Refiere la osadía al buscar el cadáver de Orlando Mazara y su ingreso al Movimiento Popular Dominicano. “Cuando los no transformistas pasamos al MPD, ella se fue con nosotros”.

Piensa que el nombre de la revolucionaria no ha sido totalmente sepultado porque “el evento más importante que organizó el MPD en enero de 1969 fue el cambio de política que se sintetizó en la conferencia de cuadros Hilda Gautreaux, que planteaba el golpe de Estado revolucionario para el establecimiento de un Gobierno de transición antitrujillista y antibalaguerista integrado por todas las fuerzas políticas: wessinistas, perredeístas, socialcristianos, cívicos, las izquierdas…”.

El luchador declara que Hilda no le dejó a sus hijos dinero ni propiedades, “solo la educación y su pensamiento político”.

Testimonios de sus hijos. Ramsés y Annerys recuerdan que vivieron también en El Conde 51 y que en Villa Duarte su madre celebró una gran fiesta por el triunfo de Amín Abel como líder estudiantil, pero otras eran para recabar fondos para las causas que defendía o como pretexto para tramas y reuniones políticas. “Para una de las conspiraciones de la revolución de abril, mamá organizó un baile”.

La veían con fusil y ropa militar en la guerra “aunque su actuación no fue como combatiente. Ella estuvo también en el comando B-3 donde estaba la escuela Arzobispo Valera”.

“Su mayor trayectoria fue en el MPD, vivíamos en la calle Enriquillo y ella se dedicó a la defensa de los haitianos exiliados y trabajaba en el hospital antituberculoso Santo Socorro como asistente de contabilidad”, narran.

Luego Hilda se mudó a una vivienda que pagaba el partido en la Juana Saltitopa en la que compartieron “con Carmen Mazara y sus hijos, “Fabiola”, un joven apodado “El Feo”, Guillermo Rubirosa Fermín y otros”. El domicilio fue allanado en más de una ocasión.

Ramsés y su madre anduvieron tras el rastro de Henry Segarra, en Dajabón y ella se adentró sin éxito en las profundidades de la prisión.

Conocen todos los pasos de la vida de esta mujer que “fumaba mucho y comía poco, pero era hiperactiva”.

La tuvo el Frente Haitiano de Liberación (FHALE) como su enlace para la defensa de los haitianos, entre los que recuerdan a “Sans Sari, Florencio Montero, Leonel Viau, Dominique… Era su asesora legal. Eso la llevó al Tribunal Internacional de los Derechos Humanos. Viajó dos veces a Curazao”.

Annerys dice que Hilda perteneció al 14 de Junio desde el trujillato y que la observó poniéndose cebolla en los ojos para aparentar que lloraba por el ajusticiamiento de Trujillo. Supo que salvó la vida a un constitucionalista a punto de ser fusilado por un militar cuando ella le expresó: “¡No levantes tu mano contra el pueblo!”.

Planificaba giras y en el trayecto reunía dinero mientras cantaban los himnos nacional y de la revolución.

Afirman que Hilda “era recta, pero débil con sus hijos”, gustaba de celebrar cumpleaños, era alegre. Usaba espejuelos, tenía el cabello negro y su estatura era mediana. “Era de convicciones fuertes y nos dio una crianza rígida”.

No conservan fotos porque con su muerte “desaparecieron casi todas sus cosas personales”, afirman estos muchachos que aún sufren desamparo y la indiferencia de quienes fueron amigos y compañeros de su madre.

A Hilda le sobrevino un mortal ataque de asma. Murió de un edema pulmonar en el hospital Padre Billini.

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