Hilde Domin, recuerdo perenne

Hilde Domin, recuerdo perenne

UBI RIVAS
Hilde Domin fue una notable poetisa alemana, nacida el 27-07-1909 en Heidelberg, donde falleció el 23 de febrero último, a los espléndidos 96 años en que consiguió fructificar su existencia inolvidable tanto para los alemanes, los dominicanos y la poesía universal.

Huyendo del III Reich cuyos furores racistas se iniciaron al borde del inicio de la II Guerra Mundial y que delineó la Conferencia de Wansee, enero 1942, suburbios de Berlín, con la iniciativa perversa tanto de Henrich Himmler como Adolf Eichmann, es decir, los lineamientos excecrables de la Solución Final que concluyó con seis millones de judíos eliminados por la saña racial o limpieza étnica, de Adolf Hitler, Hilde Domin ingresó al país a principios de 1940. Hilde Domin era judía.

Residió junto a su esposo Erwin Walter Palm en nuestro país por 13 inolvidables años y colaboró con su marido en la confección de uno de los cuatro aportes sustanciales a la descripción de nuestros monumentos coloniales, declarados Patrimonio Mundial de la Humanidad por la UNESCO.

Los otros tres autores de reseñar la historia de nuestros monumentos coloniales son el doctor Joaquín Balaguer, el arquitecto Eugenio Pérez Montás y doña María Ugarte, Premio Nacional de Literatura 06, recién merecidamente galardonada por la Secretaría de Educación y la Fundación Corripio.

Hilde Domin colaboró con su esposo en la toma de las fotografías que ilustran la invaluable obra, agotadas desde que fue puesta en circulación y de cuyo original no se han editado nuevas copias.

Fue aquí que Hilde Domin publicó en 1951 su primer poema: Una Rosa por apoyo fue el título de su primer glosario poético.

Fue por las diligencias del laborioso escritor Bernardo Vega que Erwin Walter Palm publicó su valiosa obra en 1955 por la UASD.

Una investigación suscinta sobre su estadía en el país debe ser tarea de un periodismo de ese orden que destaca por ejemplo a Angela Peña con la asiduidad que disfrutamos cada domingo en HOY.

Con el decurasar del tiempo, Hilde Domin resultó ser ponderada como una de las poetisas más reputadas de su país, donde los elogios, como la amistad, sabido es que son tacaños recodos que con conforman el accionar conductual de la raza teutona.

El año pasado, el presidente Leonel Fernández confirió a Hilde Domin la distinción de la Orden de Duarte, Sánchez y Mella en retribución a su talento literario y su contribución a la cultura dominicana junto a su esposo.

La obra del doctor Palm se inscribe en el contexto de los aportes que nos han hecho los extranjeros a nuestra cultura, empezando por Samuel Hezzard, Benjamín Summer Welles, Selden Rodman, John Bartlow Martin, Erick, Leonard Eckman, Jerome Slater, Tad Szulc, Michel Smely, Alberto Baeza Flores, H. Hoetink, Kasim El Imani, Rosario Sevilla Soler y Jean Price Mars, entre otros muchos.

Es decir, que gran parte de nuestra historia y de nuestra cultura tiene un componente foráneo indiscutible y protagónico.

Hilde Domin demostró un gran amor por nuestro país hasta el punto de cambiarse su nombre original que era Hilde Lowenstein, por Domin, apócope de Dominicana, que solo identificó en Dominicana García Frómeta, hija de nuestro inolvidable hermano afectivo Gregorio García Castro y en el general lamentablemente fallecido a destiempo Dominicano Alvarez Gonnell, inolvidable para mí.

En 1999 Virtudes Uribe, propietaria de la librería La Trinitaria, publicó por su cuenta, como suele hacer para propulsar la cultura nativa Escritos biográficos de Santo Domingo, original de Hilde Domin traducido por Roberto Marte.

Ese es el perfil de la exquisita dama que nos deja pero cuyo recuerdo será eterna siempre viva entre los dominicanos que sabemos de gratitudes.

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