Hillary Clinton vs. Barack Obama

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DIÓGENES CÉSPEDES
Los ataques que se dirigen mutuamente Hillary Clinton y Barack Obama, candidatos competidores por la nominación demócrata a la Presidencia de los Estados Unidos en noviembre de 2008 sirve de pasto a los republicanos, quienes parecen preferir al senador Obama como contrincante más fácil de derrotar que a la actual senadora del estado de Nueva York. 

Si apenas hace unos meses la senadora Clinton fue satanizada por los republicanos cuando su ascenso en las encuestas la daban como invencible, ahora se refocilan por lo bajo con que el candidato Obama le esté pisando los talones. Las diatribas de los medios controlados por los republicanos, así como la campaña sucia en contra de la senadora Clinton o la opinión extremista de algunos políticos republicanos eran que a esa señora había que detenerla a toda costa para que no llegue a la Casa Blanca.

Si la senadora por Nueva York gana la nominación demócrata, la primera descalificación que usarán los republicanos, sin candidato carismático esta vez debido al rol avasallador jugado por Bush en casi ocho años de mandato ultra autoritario que impidió la emergencia de otros líderes, será la de que Hillary es mujer. Luego vendrán las otras satanizaciones.

Pero si fuera el caso contrario, es decir que Obama ganara la nominación demócrata a la Presidencia, la acusación principal sería la de que es negro y que su ascensión al poder sería la de una dictadura racista que pondría en peligro la existencia misma de la nación norteamericana.

Luego vendrían las descalificaciones secundarias como las de que usó drogas en su juventud, esgrimida por un consejero de Hillary Clinton, con lo cual les proporciona, gratis, un punto de táctica a los republicanos en el caso de que Obama sea el candidato presidencial. Y si así fuera, a los demócratas les sería muy difícil desmentir esa acusación, pues ha salido de sus propias filas.

Las armas en contra de Obama, si resulta nominado dentro de 18 días cuando se celebren las elecciones primarias, serían del calibre de las usadas contra el terrorismo después de los acontecimientos del 11 de septiembre y los republicanos la basarían en el miedo del norteamericano común a lo desconocido.

Todo el arsenal de estereotipos guardado desde la época en que el gran líder Martin Luther King llevó a cabo su lucha a favor de los derechos civiles de los negros, sería actualizado en contra de Obama. Incluso el sector más conservador del Partido Demócrata sería presa del miedo infundido por los republicanos, expertos en propaganda política basada en el miedo como catástrofe, caos y apocalipsis, se distanciarían de la candidatura de Obama. Incluso es posible que los republicanos activen algunas células del Ku Klu Klan en aquellos estados donde haya posibilidad de que puedan decidir la suerte de las elecciones presidenciales de noviembre próximo. O allí donde los votantes negros que siempre han votado por los republicanos puedan volcarse a favor de Obama, tanto por ser uno de ellos o por las ofertas programáticas.

Por su condición de negro, el candidato Obama no tendría que cuidarse de ofertas de ampliación de la democracia, de los derechos civiles o de políticas sociales a los negros, tal como se han cuidado de no hacerlo los candidatos demócratas blancos para no espantar a los conservadores del sistema bipartidista.

Con el terror como estrategia política de campaña en contra de Obama, a los republicanos les sería más fácil derrotar a Obama que a la senadora Clinton. Esto no significa que con dicha estrategia derroten a Obama, pero elegido éste como adversario, será siempre más vulnerable, aunque Hillary Clinton, por ser mujer y por ser también, al igual que Obama, lo desconocido, también lo sea.

Sólo el deterioro de los republicanos causado por la desastrosa guerra de Irak y Afganistán emprendida por los halcones encabezados por Dick Cheney pone en desventaja al partido conservador en las próximas elecciones. El espanto entre los republicanos es grande y cada día, sobre todo los senadores que ven amenazadas sus posibilidades de reelección, esos legisladores se distancian más del gobierno de Bush, el cual se convertirá cada vez más y más en un fucú para ellos y la nomenclatura del Partido Republicano.

Las acciones de los días venideros despejarán el panorama.

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