POR MARIVELL CONTRERAS
La muerte de una escritora a los 95 años no debe ser motivo de luto, pienso mientras veo la intensidad y claridad de su obra y rememoro mi encuentro con la escritora Hilma Contreras.
Fue un encuentro tardío, pero fructífero. Estuve en el homenaje que se le rindió en la Librería Cuesta a raíz de haber ganado el Premio Nacional de Literatura.
Allí quedé impresionada por la cantidad de cosas que me contaban de ella desde una inmensa pantalla en la que ella reafirmaba conceptos expresados por una voz en off que daba cuenta de sus trabajos intelectuales y de algunos rasgos de su vida personal.
En ese emotivo encuentro en el que confluyeron escritores e intelectuales de varias generaciones y sexos me impactó además la figura de Hilma.
No era una anciana cualquiera. Era un espíritu fuerte, rebelde y honesto. La humildad con que recibía los halagos era tan sincera, como la rudeza con que rechazaba las afirmaciones que no le interesaban o no le concernían.
En ese encuentro, tuve un reencuentro provechoso que me humedeció el alma, una compañera de batallas de mi paso por el Aeropuerto Internacional de las Américas, Annie Curiel, estaba ahí.
Era su sobrina nieta y al ver mi interés en Hilma se ofreció junto a Ilonka Nacidit a lograr que conversara con ella en un lugar más íntimo y sin la presión que le provocaba la multitud de gente y medios que la abordaban.
Sería unos pocos días más tarde, poco después de las 6 de la tarde cuando otra sobrina nieta, Gina Contreras nos abría la puerta de su inmensa casa en el corazón de Piantini a unas cuantas amigas de San Francisco de Macorís, a Annie, a Ilonka y a mí. Tomábamos una copa de vino tinto con pastelitos y conversábamos (yo más escuchaba que otra cosa) atenta a los movimientos de Hilma, una mujer de excelentes modales y de insuperable exquisitez.
Ahí, aprovecharon las muchachas para presentarme a Hilma, primero como una vieja amiga de Annie, después como periodista y luego como amiga común.
Con un poco de resistencia decidió darme el sí y contestarme, lo especificó: solo unas cuantas preguntas.
En esos días era mucho lo que salía en los medios acerca de Hilma Contreras, su regreso a la estelaridad, tan merecida como inesperada era el tema de todos y de ella misma.
Lo primero que salió a relucir fue su problema de salud visual, que había sido remediado en parte por una operación (cataratas) y que estaba a la espera de su recuperación total.
Problema que le había dado uno imagen de vieja dama del cinema a través de sus grandes y negros lentes de sol y su inseparable bufanda de postal europea. Quería leer y quería escribir, me expresó. Le dije que podía, como mi amigo Edgar Reyes oír los libros mientras tanto y nos respondió ah, bueno sí, pero no, eso no me atrae. Me gusta el silencio del libro que yo estoy leyendo.
Su preferencia por la palabra escrita, que para ella era inspiradora si la palabra es buena pues inspira, me hace desear así leer más.
Cuando le preguntamos acerca de las dificultades que tuvo como mujer para ejercer la literatura respondió bueno yo lo voy a decir, yo no consideraba que yo ejercía un oficio sino que era una inspiración que me venía y yo deseaba escribir y me sentía satisfecha cuando podía escribir, pero no como oficio.
Era de las escritoras, según nos dijo, que no podía escribir a menos que estuviera inspirada bueno así no se puede escribir, yo considero eso, sino se está inspirado que es lo que puede escribir.
MC: Cómo se manejaba usted al escribir, lo hacía cuando se inspiraba o por disciplina?
Hilma: No, cuando me venía a la mente algo importante, algo interesante, algo agradable, o desagradable para escribir pues yo lo hacía sin esperar el momento decidido.
MC: ¿Nadie de su familia se opuso a que se dedicara a la literatura?
Hilma: No, ninguna, nos respetábamos cada uno el temperamento del otro.
MC: A pesar de que hablaba y escribía el francés se preocupó siempre por escribir en español, ¿tiene un significado muy especial el español como idioma?
Hilma: Si porque es mi idioma, el idioma que siempre he hablado, en el idioma que siempre he escrito, así que para mí es muy importante.
Justo en ese momento interviene Ilonka Nacidit y nos dice delante de ella que Hilma trabajaba mucho, porque ella era secretaria de la embajada de Francia y otros detalles de su trabajo en la embajada aquí y París.
Y entonces le pregunto que si no tenía que ver con lo cultura a lo que la propia Hilma respondió no, no en mi caso, ni tampoco ellos tenían agregado cultural, yo no era agregado cultural yo era una simple secretaria, podían hablar de distintos temas, pero no específicamente como agregado cultural.
MC: ¿Qué cosas le diría usted a las nuevas generaciones que quieran ser escritores?
Hilma: Lo que he dicho siempre que me han interrogado que se aíslen un poco en las festividades que no despejen su atención y que se concentren en la lectura de buenos escritos porque sino no pueden echar adelante.
MC: París, el contacto de París, con su vida y con su cultura, ¿influencia de alguna manera en su espíritu de escritora?
Hilma: Sí, claro, porque me enseñó el valor de la sencillez, el valor del aislamiento y el valor de las buenas amistades.
MC: ¿Cómo quiere que la recordemos en nuestro corazón y en nuestra historia?
Hilma: Bueno como una persona que fue muy sorprendida por ese premio, que todavía yo tengo mis dudas, yo no me he concentrado en lo de ganar ese premio porque es que yo no sé de nada.
La hija del doctor Darío Contreras, el que por su entrega tiene el famoso hospital de traumatología su nombre, dijo que su padre solo tenía tiempo para el trabajo y que para su formación y la de sus hermanos contó con el apoyo de su madre Clementina Portorreal a la que amaba profundamente y a la que se dedicó mientras vivió.
Todo cuento tiene su punto de verdad y yo parto de ese punto que es el cuento.
Hilma Contreras
La escritora
Nació el 8 de diciembre de 1913 en San Francisco de Macorís. Hija del doctor Darío Contreras y Clementina Portorreal. Estudió y trabajó en París. Reconocida por una obra de calidad impecable. Desde sus inicios alabada por Juan Bosch. Desde el inicio de su literatura en el 1937 se distingue por su búsqueda del sujeto femenino y por revolucionar el sentido de la inmediatez en sus trabajos.
Es autora de Cuatro cuentos (1953), Doña Endrina de Catalayud (1953), El ojo de Dios: cuentos de la clandestinidad (1962), La tierra está bramando (1986), Entre dos silencios (1987), Facetas de la vida (Cuentos y minicuentos) (1993). Su mayor obra aún está inédita. La escritora Premio Nacional de Literatura 2002 falleció el 15 de enero del 2006.