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Magníficamente organizada, la caballería romana llegó a constituir el respaldo básico de sus ejércitos y la institución del orden ecuestre –que implicaba la concesión de uso del caballo- ratificó su creciente jerarquía. Roma extendió su dominio sobre numerosos pueblos, los que al convertirse en provincias, acumulaban a su civilización anterior a la de sus vencedores.
Desde el norte de Africa, circundando el Mediterráneo, las provincias Romanas de Mauritania, Numidia, Cirenaica, Egipto, Arabia, Palestina, Siria, Capadocia, etc., posibilitaron una intensa actividad comercial que enriqueció a gobernantes y ciudadanos. La ostentación de ese poderío económico encontró ambiente propicio en el espectáculo hípico. Un lugar apropiado para el mismo estaba ubicado en Roma, en una depresión.