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A partir del siglo X la incorporación de ejemplares provenientes de la península ibérica fue decisiva para mejorar los existentes en otras naciones. El prestigio del caballo español fue notable entre los siglos X y XVII. Guillermo el Conquistador y Ricardo Corazón de León lo utilizaron y ello motivó que fuera considerado el caballo de los Reyes. El caballerizo mayor Le Blue, al que Enrique IV de Francia estimaba por su versación en todo lo referente a su profesión, sostuvo que comparado con los mejores caballos, para justipreciar su máxima perfección colocó en su primer lugar al español, y lo elogió por ser el más hermoso, el más noble, el más agraciado, el más valiente y el más digno de que lo montara un rey. El caballo de península, al que se hace reiterada mención, poco se parecía al que actualmente existe en España. Su origen provenía de épocas prehistórica, aserto ratificado por los centros primitivos de domesticación encontrados en su territorios y la reproducción de caballos de tiro en Canjorros de Peñarrubia, en Sierra Morena se producían ese tipo.