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Sí he mencionado, su ingreso – en las entregas anteriores-, en la península ibérica, como asimismo en las Islas Británicas, también corresponde tener presente al berberisco llegar a Roma y reproducirse –como se ha expuesto- en los establecimientos de cría de dicha nación. La semejanza entre el árabe y el berberisco es innegable a pesar de las características diferenciales señaladas. Durante muchos años fueron confundidos y conocidos por la denominación común de “caballos orientales”. Sansón, en 1868 gravitó en la diferenciación del árabe y el berberisco. Además de los caballos árabes y berberiscos, también ingresaron en las Islas Británicas, como “mejoradores”, sementales “turcos”. Existían excelentes animales de ese origen cuyas características indicaban la raza asiática, sin por ello de algunos de los atributos asignado a la africana. Constantinopla fue un importante centro de comercialización de caballo y era habitual que los monarcas encargaran a sus representantes o embajadores que adquirieran en ambiente tan propicio a sus representantes.