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La decadencia fenicia fue sucedida por la importancia de Cartago, que llegó a dominar extenso territorio africano, Sicilia y la península ibérica. En su ejército, que bajo la conducción de Aníbal hizo temblar a Roma, la caballería constituía un modelo de organización y adiestramiento, prevaleciendo en ella el caballo africano. Cuando Cartago fue desalojada de Sicilia por los romanos, numerosos caballos quedaron en libertad, y paulatinamente fueron incorporados a los centros de crías que durante el imperio Romano abundaron en ese ambiente. El caballo africano, en realidad berberisco, gravitó en esa forma y con intensidad en el caballo romano. El pueblo hebreo se distinguió por su interés en la comercialización del caballo y es admitido que bajo el rey Salomón la cría asumió notable importancia. Las caravanas de mercaderes que constantemente cruzaban el territorio hebreo facilitaron amplio intercambio de buenos ejemplares de los más diversos orígenes y procedencias. El rey Salomón incorporó millares de caballos y carros a su ejército para proteger a su pueblo y la riqueza que había acumulado. Progresivamente encaró una cría que puede considerarse selectiva para obtener ejemplares de especial aptitudes.