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Los ejemplares sirios eran excelentes y provenían de importantes centros de crías, a cuyo respecto los historiadores griegos han suministrado amplía información. El arte egipcio, tan minucioso en la reproducción de sus costumbres, método de guerra, animales y todo lo relativo a la vida diaria de su pueblo, ignoró prácticamente el caballo y pocas veces lo reprodujo en su pintura y monumentos. Los escritores fueron parcos a su respecto y la información disponible proviene fundamentalmente de Grecia y Roma. En Egipto, aunque predominó el caballo de origen estático, su mezcla con los de raza africana fue constante.
Los fenicios, grandes comerciantes como los egipcios y los hebreos, llegaron por mar y tierra a todos los ambientes civilizados de la antigüedad. Sus colonias se extendieron por el norte de Afríca hasta la península ibérica y se complementaron con factorías que instalaron mediante concesiones. La comercialización de caballos asiáticos y africanos fue habitual para los fenicios y les permitió incorporarlos a centros.