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Carlos II, el famoso “Old Rowley”, -apodado así por el nombre de su caballo preferido-, es quién mayor celo aportó para concluir la obra máxima de la hípica inglesa: el Thoroughbred.
En su reinado (1660-1685) y en el medio siglo siguiente, es cuando se inicia la forma totalmente definida la estirpe de pura sangre de carrera, a base de ejemplares levantinos. Con Carlos III aparece también la carrera en pista de circuito cerrado, o sea en el actual hipódromo. Antes todavía en el siglo XVII, se corría a campo traviesa. Que los reyes participaran en las pruebas –con premios de campanillas de oro- y resultaran decididos impulsores, contribuyó a que el espectáculo fuera conocido como deporte de los reyes. Probablemente muchos siguen llamándolo así, pese a que de acuerdo con ciertos extremistas, no habrá en el mundo más reyes que los cuatro de la baraja y el de Inglaterra.
En siglo XVII fueron importados a Inglaterra y Europa notables caballos levantinos, muchos de ellos de condiciones excepcionales.
Tales caballos, con su tipo, su rapidez y mayor capacidad de acción, substituyeron al gran caballo de la edad media cuando la introducción de la pólvora y la invención de las armas de fuego hicieron inservible las pesadas armadura.