“TOMANDO LAS HUELLAS DIGITALES A LOS CABALLOS” (2 de 6)
Los incidentes detallados en la primera entrega y otros semejantes convencieron a Vern Taylor, de que debía haber un sistema mejor para identificar caballos, que errarlos en caliente (marcas que son registradas en los estados o condados), marcas con frío (que pueden ser cubiertas con tintura para el caballo), o tatuajes en el belfo superior (que pueden ser copiados), y que también se pueden desvanecer con la edad o por el efecto de muchas de las medicinas que se administran a estos. Taylor conocía el trabajo que los detectives de la compañía Pinkerton (división de carreras) habían hecho para el Jockey Club, de Nueva York, y otras personas interesadas en la identificación de caballos por medio de las castañas. Habían descubierto que las castañas de un caballo son tan particulares como las huellas digitales del humano. Aunque Taylor creyó que iban por buen camino, también pensaba que el sistema no era suficientemente rápido.