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De acuerdo a la obra “El Caballo”, de la autoría de Rubén Fraustro Moleres; el conjunto de pelos que cubre la piel del caballo se llama pelaje o capa. La disposición de los pelos no sigue una línea uniforme si no que posee diferentes direcciones. Son muy característica las espirales o “remolinos”, que se forman en algunas partes el cuerpo y que la superstición de ciertos pueblos, en particular los árabes, atribuyen determinadas virtudes.
De los 40 remolinos, según ellos, seis son de suerte y seis de mal agüero. El color de la piel es negro, cualquiera que sea el de la capa.
El pelo blanco, sea total o parcial, revela albinismo, como lo confirma el color rosado de la piel que, en el caso de las manchas, se limita la superficie ocupada por los pelos blancos. Por eso, debajo de la capa blanca del caballo de raza árabe la piel es negra, ya que es un caso de pelaje blanco normal. Pelaje, por demás, que el tiempo tiende a oscurecer.
El color del pelaje del caballo es sumamente variado. Al estado natural ofrece menos variedades. Para la fanaticada.