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En esa época tenían además a Pegaso, el caballo alado de crines plateadas, las Amazonas, mujeres jinetes, y a unas de las bellas creaciones de la poesía universal, los Centauros, seres mitad hombre y mitad caballo y que, a pesar de borrachines y pendencieros, tenían entre ellos a maestros de sabiduría como Folo, preceptor de Hércules y Quirón que fue de Esculapio y Aquiles. Entre los galos-romanos la diosa Epona, representada por una yegua, era la protectora de los caballos. En la era bárbara mitología nórdica figuraba el fulmineo Sleiprir de ocho patas, el caballo del Dios Wotan, padre de las Walquirias, amazonas que tenían la misión de llevar al Walhalla, en grupa de sus caballos, a los héroes muertos en combate. Los eslavos, grandes jinetes, creían también en el Sol tirado por corceles de crines de oro y en sus bellas leyendas donde más a menudo aparece el caballo.
En resumen, no hay pueblo que no enriquezca su mitología con el noble animal.