(3 de 4)
A los reyes aliados que querían honrar, los romanos les concedían un escuadrón de caballería como guardia personal. Durante su dictadura, Mario, que había combatido contra Yugurta como jefe de caballería quiérase por demagogia, quiérase por necesidad, admitió al ciudadano común en el arma de caballería. El entusiasmo que los romanos profesaban al caballo no era inferior al de ningún otro pueblo y sus más famosos generales como Escipión el Africano Julio César, Marco Antonio y otros, fueron apasionados de caballos y jinetes extraordinarios y más de uno entre ellos levantó el monumento a sus cabalgaduras. Calígula hizo más, cuando nombró a su caballo como cónsul. Esta infiltración de elementos extraños en la organización militar de Roma fue una de las tantas fisuras que contribuyeron al derrumbe de su poder. El caballo fue siempre uno de las mayores ventajas.