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En el libro de Alan Alexander Milne, titulado “Cuando Éramos Muy Jóvenes”, que en una de sus partes, el autor expone como un niño da rienda suelta a sus fantasías. En el cuarto de juegos de nuestro héroe, hay cuatro sillas. Sentado sobre la primera, la criatura es un aventurero que navega de noche aguas arribe por el Amazonas; sobre la segunda, es un león rugiente que asusta a su niñera (española); sobre la tercera, un capitán de espíritu independiente a su barco en medio de tormentosa marea; sobre la cuarte –una sillita alta para niños- el tierno protagonista trata de imaginarse que sólo es él mismo, un pequeño mozalbete. Fácil es adivinar lo que autor quiso expresar. Y fácil es también comprender –en nuestro caso- que durante muchos años, los países de la cuenca caribeña trataron de imaginarse cómo eran ellos mismos. Aunque es evidente que la búsqueda no ha terminado completamente, ya logramos una identidad, ya tenemos un sello; ya sabemos que somos y hacia donde vamos. Conocemos nuestros logros y carencias. Y algo más importante comprender que nuestro desarrollo tiene que ser compartido, presentando un frente común. Ya ningún hombre puede pensar que no es corresponsable del destino.