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Dentro de una unidad de propósitos e ideales, que es lo de propiciar nuestra mejoría general, así como una mayor participación en los destinos del mundo. Latinoamérica presenta diferencias y disparidades propias de países autónomos. Es pues necesario, a travéz de sereno nacionalismo, fomentar la interrelaciones. Creemos que está cerca la capacidad para que nuestras grandes mazas de población vivan en condiciones decorosas, pese al desmedido incremento demográfico que acusa Iberoamérica en general, y las naciones caribeñas en particular. Pero lo que ayer era remoto, mañana estará cerca y la prosperidad no podría excusarnos si, por lo menos, no sentamos las bases de una sociedad más congruente con el porvenir. Cuando hablamos sobre ese particular, casi siempre tendemos hacia el simplismo de considerar que el mundo evoluciona en todas sus partes de una manera hemogénea y unilateral, y que ha pesar del desconocimiento de la existencia de un primer, un segundo, un tercero y hasta un cuarto mundos y los abismos económicos que los separan, hay una interrelación constante y una especie de integración forzosa. Desde ese punto de vista, es frecuente.