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Desde hace muchos años “El Llamado Deporte de los Reyes”, se ha convertido en el deporte de las multitudes. El espectáculo de las carreras de caballos gana más adeptos día por día. Los hipódromos se multiplican en el mundo entero independientemente de las diferencias políticas y estructuras socioeconómicas de los diversos países. Por otra parte, el hecho de que funcionen con normalidad hipódromos en las naciones socialistas, capitalistas y de estructuras internacionales demuestra el creciente interés de los públicos, que necesariamente tienen que reconocer incomparable la belleza y la emoción de ver veloces caballos echando la clase y el corazón por delante para disputar palmo a palmo la victoria.
Aunque en América la tradición de las carreras de caballos data de unos cuantos años después de la llegada de Colón, es hasta mediados del siglo XVIII, cuando ya podemos referirnos a competencias organizadas y programadas “a la usanza inglesa”. El avance de la civilización modificó costumbres, creó exigencias antes inexistentes, y en las etapas respectivas de ese largo proceso, el caballo continuó siendo muy útil al hombre americano, indispensable en el transporte, cortó las enormes distancias.