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La meta de los dirigentes del hipódromo de San Isidro, como lo fue la de sus antecesores, es la eliminación del “punto final”. Para ellos nada concluye ni es definido. Se acepta, esporádicamente, un “punto y coma”, necesario para tomar un respiro, pero nada más pues siempre el imperativo es la lucha, el aceptar y superar nuevos desafíos; ayer, fuertes inversiones para remodelar el hipódromo cerrado durante largo tiempo; más tarde, el equipamiento electrónico para el control de los sistemas de apuestas; después, ya en el terreno netamente turístico, la convocatoria a los más famosos jinetes del mundo para disputar un “Petit-torneo”. Paralelo a esto, la creación de nuevas formas de apuestas; el incremento renovado constante de los premios y, como parte fundamental, el apoyo material y moral a toda obra de bien público que se realice en el país. Para los hombres que tienen la responsabilidad de dirigir ese hipódromo, orgullo nacional lo difícil se hace al momento, lo imposible, demora un poco más. Desde el doctor “Carlos Pellegrin”, su fundador, de aquel entonces, hasta su presidente, igual. Roberto Vásquez Mancilla.