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Si los caballos pura sangre de carrera hablaran, todo sería ¡tan fácil! No solo para los veterinarios, sino para los entrenadores que son los que tienen un contacto directo con los ejemplares a su cuidado. El problema con los nobles brutos, así como con los niños, es que no pueden expresar sus síntomas. Al prescindir de la letanía de “me duele todo, tengo náuseas, dolor de cabeza y nariz tapada”. Lo mejor que se puede hacer es aprender a interpretar los signos y hacer observaciones astutas.
Los bebés y los caballos no pueden deletrear su mal, pero el lenguaje de su cuerpo y la apariencia física puede expresar sus malestares a personas preparadas para leer sus señales. Para empezar, debe conocer el patrón de comportamiento de su caballo. ¿Le gusta andar en manada? ¿es voraz? ¿es engreído como los gallos, o es un anciano que tiene que sostenerse sobres sus huesos artríticos? Tendrá que estar alerta sobre algún cambio.