Hipocresía en caso de esteroides

Hipocresía en caso de esteroides

POR ENRIQUE ROJAS
De ESPNdeportes.com
SANTO DOMINGO.-
Tal y como hicieron en los años cincuenta con todo el que «olía» a comunista, y con muchos que ni sabían donde quedaba la Unión Soviética o China, los senadores norteamericanos han iniciado una cacería de brujas con los peloteros de Grandes Ligas envueltos en el escándalo de los esteroides.

La diferencia en este caso es que mientras el infelizmente célebre senador Joseph McCarthy apoyaba en un supuesto «patriotismo» su despiadada persecución ideológica, en esta ocasión no hay un argumento legal valedero para poner contra la pared a las Grandes Ligas del béisbol.

La realidad concreta y precisa es que los esteroides no estaban prohibidos en las ligas mayores. Punto. Nadie está sujeto a sanciones, ni morales ni económicas, por haber cometido un hecho que no estaba prohibido. Punto.

A raíz de la proliferación de los jonrones, desde los años ochenta, y la muerte del lanzador de 23 años Steve Bechler, en el 2003, todo el mundo comenzó a preguntarse si los beisbolistas estaban utilizando sustancias para ayudar el desarrollo de sus cualidades.

Y era cierto, un gran porcentaje de peloteros utilizó estimulantes a base de hormonas y otras sustancias que estaban prohibidas en el deporte olímpico y algunas ligas profesionales. Pero no en el béisbol.

Si Mark McGwire, Sammy Sosa, Barry Bonds o José Canseco utilizaron esteroides es harina de otra costal. Lo importante es vigilar que ningún pelotero use estas sustancias ahora que están prohibidas.

Si de repente en Estados Unidos se prohibe el consumo de medicamentos estimulantes de la sexualidad masculina, como Viagra o Cialis ¿cuántos de los miembros del senado norteamericano quedarían libres de culpa por haberlos usado anteriormente? Creo que pocos.

Y que decir de los músicos que usan alucinógenos y otras drogas (como cocaína, LSD, crack, marihuana, hachís, heroína, etc.) con el apoyo cómplice de sus millones de seguidores.

«Los pobres, necesitan estar drogados para poder pasarse tres horas tocando en una tarima», es la ingenua excusa que escuchamos cada vez que asistimos a un concierto.

Por otro lado, no es posible que se «fiche» a un jugador como usuario de esteroides solamente porque el irresponsable de Canseco pusiera su nombre en un libro o porque está pegando cuadrangulares muy lejanos.

Es lo mismo que pasaría si analizamos que Babe Ruth fue el único jonronero auténtico durante un gran tramo de la transición entre las eras denominadas de «bola muerta» y «bola viva».

¿Es posible que El Bambino tuviera alguna ayuda que no tenían sus colegas? Nadie lo sabe y tampoco es importante.

¿Cómo fue que Roger Maris pegó 61 jonrones en 1961 y nunca más en su vida alcanzó 40 durante una carrera de 12 años? Nadie lo sabe, pero tampoco es importante.

El béisbol necesita peloteros con cuerpos y conciencias limpias, pero es creando mecanismos para evitar el uso de sustancias prohibidas, no es castigando retroactivamente el supuesto delito.

Tal y como hizo McCarthy con cientos de personas nobles, la reputación de los peloteros citados al congreso el 17 de marzo se encuentra en un punto crítico y quedará peor cuando termine el interrogatorio del comité especial de la cámara de representantes.

Es tiempo de tomarse una pausa, sopesar la situación y declarar un «borrón y cuenta nueva» a la política anti-esteroides en el béisbol. La sociedad norteamericana lo necesita.

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