Hipocresía

Hipocresía

Después de un acontecimiento heroico como fue el atentado que puso fin a la vida del generalísimo Trujillo el día 30 de mayo del año 1961, ensañarse ahora contra una nieta del tirano que, en esa época, apenas tenía nueve años de edad, por haber ganado el premio nacional de novela 2009 con su obra titulada “A la sombra de mi abuelo” es, sencillamente, una actitud irresponsable y cobarde.

Parecería como si los antitrujillistas de nuevo cuño temieran al fantasma de Trujillo. Porque ¿qué culpa podría tener esta dama, que entonces era una niña, por los crímenes y abusos que pudieran haber cometido tanto su abuelo como su padre Rafael Leónidas Trujillo Martínez?

No veo, en realidad, razón alguna para hacer un alboroto de esta naturaleza, que no sea una actitud de pura hipocresía y quizás hasta de envidia. ¿Con qué derecho se trata de satanizar a esta joven escritora, nacida en la República Dominicana y que lleva por nombre Aída Trujillo?

Quiero dejar claro que no pretendo, en modo alguno, justificar los crímenes cometidos durante la tiranía. Pero pienso que a 48 años de aquel trágico acontecimiento, no hay razones para seguir abrigando odios y rencores contra los descendientes de Trujillo, y mucho menos contra aquellos parientes que entonces eran menores de edad o no habían nacido todavía.

He leído la exposición que hace el notable escritor y revolucionario Hamlet Hermann sobre el particular, en un enjundioso artículo publicado en el periódico HOY de fecha 1ro. de junio del corriente año, con lo cual me solidarizo plenamente. Pues, son muchos los escritores dominicanos y extranjeros que se están enriqueciendo con la memoria de Trujillo, incluso con el patrocinio económico del gobierno, y nadie hasta ahora ha protestado.

Estoy plenamente de acuerdo con lo expresado por el señor Hamlet Hermann en el sentido de que debe mantenerse este premio a la novela “A la sombra de mi abuelo”, respetándose, desde luego, el derecho que tiene todo ser humano a expresar su pensamiento libremente, siempre y cuando no ofenda la dignidad de los demás.

Y en cuanto a lo que respecta a la señora Aída Trujillo, entiendo que está en su derecho mantener su amor filial tanto a su padre como a su abuelo “ajusticiado” hace justamente 48 años, independientemente de su mal proceder.

De igual manera, debo señalar que estoy de acuerdo con que el referido premio debe ser entregado tal como lo decidió el jurado calificador, y como lo aconseja el señor Hermann en su artículo citado, pues pretender revocarlo se inscribiría, indefectiblemente, como una actitud injusta y discriminatoria.

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