Ante el éxito que cosecha el sector mayoritario del Partido Revolucionario Dominicano encabezado por Hipólito Mejía y Luis Abinader en las movilizaciones de masas que protagonizan, además de lo que siguen marcando las encuestas, muchos comienzan a discutir cuál sería el papel a jugar por el primero en la Convergencia que gesta junto a una decena de grupos políticos.
En lo inmediato Mejía ha evadido hablar de candidatura presidencial, priorizando la necesidad de construir una fuerza política alternativa que ocupe el espacio de la oposición que la crisis del Partido Revolucionario Dominicano ha dejado vacío, lo que lo coloca en perspectiva de constituirse en un líder unificador.
Un PRD sin perspectivas. Tal como se le ha concebido, la “Convergencia por un Mejor País” representa una alternativa de nueva fuerza política, llamada a encabezar la oposición a la prolongación en el poder del Partido de la Liberación Dominicana (PLD), especialmente para la mayoría del Partido Revolucionario Dominicano (PRD) que encabezan Hipólito Mejía y Luis Abinader, conscientes de que la crisis de su partido se prolongará indefinidamente por la imposibilidad de restablecer procedimientos democráticos.
La primera decisión del Tribunal Superior Electoral contra Vargas Maldonado, esta semana, suspendiendo su proceso de elección de dirigentes hasta que entregue el padrón de miembros del partido reclamado por Guido Gómez Mazara, quien lo enfrenta como candidato a presidir el partido, renueva las expectativas de quienes todavía creen en la posibilidad de reunificación del perredeísmo, sobre todo de quienes se aferran al nombre y la mística que han dado vigencia de 7 décadas a ese partido.
Pero al mismo tiempo, hay quienes estiman que esa decisión puede operar como distracción y es indicadora de cuántos incidentes tendrían que ser superados no solo en la renovación dirigencial, sino sobre todo cuando se trate de escoger candidatos. Para un veterano dirigente político como Fafa Taveras es inconcebible competir en un certamen donde el presidente titular del partido y aspirante a mantenerse en el cargo y a la candidatura presidencial ha escogido a sus incondicionales como árbitros y se niegan a entregar el padrón de electores.
Los incidentes se sucederían sin límite de tiempo, manteniendo el desgaste del partido con el rechazo de la población que ha reducido sus simpatías a la mitad del 41 por ciento de los votos que obtuvo hace dos años, aparte del 6 por ciento que aportaron sus aliados. Eso mientras en el PLD una decena de dirigentes se mueven tras la candidatura presidencial, cuatro de ellos en abierta campaña y la mayoría de los senadores lanza la precandidatura del expresidente Leonel Fernández.
Liderazgos aglutinadores. Parece obvio que tanto los perredeístas inconformes con el rumbo de su partido como La Convergencia necesitan liderazgos aglutinadores, que no pueden constituirse solamente sobre la base de precandidatos. Ese trabajo lo vienen haciendo profesionales sin partido, pero tendría que implicar a algunos provenientes del perredeísmo. Es de los mayores desafíos de La Convergencia, dada la dispersión que ha caracterizado no solo a los perredeístas, sino también a los izquierdistas y hasta a la sociedad civil. Quien luce con más posibilidades de encarnar ese liderazgo es Hipólito Mejía, a quien se tiende a subestimar en parte porque él mismo con frecuencia abusa de la espontaneidad y sacrifica la planificación. Su vigencia política está determinada por su capacidad para acercarse a la gente, porque hace reir, porque proyecta bonhomía y por sus extraordinarias energías para la actividad política.
A menudo se olvida que el expresidente registró el 47 por ciento de los votos en la presidencial del 2012, luchando contra un frente de 14 partidos encabezado por el gobernante que utilizó todo el Estado e invirtió cerca de RD$100 mil millones por encima del presupuesto, aparte del caballo de Troya que representó el presidente de su propio partido. Se le echan en cara los errores derivados de su espontaneismo, olvidándose lo que aporta su condición personal.
Como también se le responsabiliza excesivamente de la crisis bancaria que hundió su gestión de Gobierno, tras una primera mitad con buena aprobación que permitió al PRD barrer en la elección legislativa y municipal del 2002, aunque la bomba Baninter estaba armada desde antes de su ascenso al poder. Lo que sí fue un grave error, y él lo ha reconocido, fue la reforma constitucional para buscar una reelección imposible en medio de las graves consecuencias de la crisis financiera.
La mejor inversión de HM. Expulsado del PRD por quienes mantienen secuestrado ese partido, con dos fracasos electorales consecutivos, una precandidatura de Hipólito dividiría el “PRD Mayoritario”, habida cuenta de que Abinader lleva más de un año corriendo, y podría liquidar La Convergencia. Nadie debe dudar que él conseguiría una candidatura de consideración, pero para volver a luchar contra el partido-Estado y ahora sin el nombre y los símbolos del PRD, que con Vargas Maldonado conseguiría restarle muchos más votos que hace dos años.
Próximo a los 75 años, sobre el promedio de vida de los dominicanos, no debería procurarse una tercera derrota que ahora podría ser catastrófica, porque tendría más dificultad para sumar seguidores fuera de los ámbitos perredeístas. Y porque ya no puede sembrar para cosechar votos en un futuro político que entonces no tendría.
Hay indicios y versiones de que Hipólito Mejía y su familia están conscientes de lo adverso que les resultan la circunstancias, pero que él también sabe que podría jugar un papel preponderante liderando una Convergencia llamada a crear nuevas ilusiones políticas en un país desencantado de un partidarismo tan profundamente corrompido, fundado en el clientelismo y el rentismo, en la malversación del patrimonio público y de espalda a los procedimientos democráticos.
Hipólito, que ya fue presidente de la República y otras dos veces candidato, podría dar un ejemplo en un país donde los políticos de su nivel, como el liderazgo en general, no concibe el retiro y cree que tras ellos llega el diluvio. Y si pone todas sus energías al servicio de una “Convergencia por un Mejor País”, con un programa razonable de necesarias reformas económico-sociales y políticas, podría tener un colofón para la historia.
Al no ser candidato, Mejía podría convertirse en líder y árbitro inspirador del proyecto de Convergencia, abriéndolo a todos los sectores que anhelan el rescate de la política. Si de una competencia sana y corta, con igualdad de condiciones para todos los precandidatos, con padrón universal como proponen los propulsores del proyecto, sale un candidato más joven que encarne las aspiraciones y demandas nacionales, por lo menos quedarían como opción alternativa y liquidarían la minoría que secuestra el PRD, lo que hasta permitiría su rescate, dado que han dicho que no renuncian al mismo.
Contrario a lo que algunos creen, nada está definido para el 2016 y el agotamiento de la capacidad de endeudamiento del Estado augura graves dificultades presupuestarias para los próximos años.
Las insatisfacciones crecerán, a pesar del buen desempeño personal del presidente Danilo Medina, quien tiene impedimento constitucional para la reelección, y en su partido soplan vientos de confrontación. Hay espacio para una nueva opción de oposición, aunque esa construcción no parece fácil.
El dilema Hipólito-Abinader
La confusión parece predominar en sectores perredeístas sin un líder que los aglutine, lo que en la historia de ese partido fue decisivo, primero con Juan Bosch y luego con José Francisco Peña Gómez. Las encuestas del último año han indicado un fortalecimiento de Luis Abinader como opción a la candidatura presidencial, por la que trabaja abiertamente, beneficiándose del hecho de que no ha ocurrido lo mismo con Hipólito Mejía, quien comprende que una competencia entre ellos los liquidaría a ambos, por lo menos de cara al 2016, pues aumentaría la dispersión entre los perredeístas y contaminaría el nacimiento de La Convergencia.
Hipólito y Abinader aparecen en las tres últimas encuestas Gallup-HOY liderando las tres cuartas partes de los que se consideran perredeístas, pero en partes casi iguales, con ligera ventaja del segundo. Juntos harían de La Convergencia una real opción alternativa, sobre todo si llegan alentando la unidad, la participación de las minorías, y con un programa de rescate de la democracia y la ética política que tanto escasea en el país.
Si pretenden simplemente apoderarse del proyecto Convergencia y transportar allí una lucha bilateral, le propinarían un golpe mortal y liquidarían la posibilidad de que se convierta en un centro de atracción de la inconformidad nacional, sobre todo en los sectores que aspiran a nuevas formas de hacer política y gobernar. Se apropiarían de una idea que ha tenido como motores a agrupaciones de izquierda como el Frente Amplio y su candidato Fidel Santana y a los independientes aglutinados en Ciudadanos y Ciudadanas por la Democracia. Sería más razonable que crearan un nuevo partido político.