Hipólito se distanció temprano

Hipólito se distanció temprano

Una revisión rápida de las principales encuestas de opinión pública administrada en el país en la gestión del Presidente Hipólito Mejía muestra que, en general, el Guapo de Gurabo empezó muy temprano a distanciarse de las expectativas de los votantes.

La encuesta Hamilton-Hoy de agosto del 2001, es decir, un año después de la toma de posesión de Mejía, encontró que el 57% de los ciudadanos y ciudadanas consideraba el gobierno negativo y, de manera sorpresiva para mí, el 75% comenzó a percibir corrupción en el gobierno.

El sondeo que para la misma fecha hizo Gallup Dominicana para la revista Rumbo detectó que el 49% de los encuestados valoraba negativo el primer año de Mejía, y el 50% lo encontró positivo.

Para poder aquilatar el sentido y el valor político de estas informaciones es necesario tener en cuenta que Mejía y el Partido Revolucionario Dominicano acometieron la hazaña electoral de ganar en la primera ronda las elecciones presidenciales del 2000. El candidato del PLD quedó en un lejano segundo lugar.

La eclosión electoral de Mejía llamó rápidamente la atención de todos los observadores políticos, considerando que José Francisco Peña Gómez, el gran líder perredeista y portador de un discurso que por años había iluminado el corazón y la esperanza de muchos, tuvo que ir a una segunda vuelta ante un desconocido que, finalmente, le impidió hospedarse en el Palacio Nacional.

Pero ya al año los votantes empezaron a marcar distancia. Su estilo abierto, frontal y en ocasiones destemplado empezó a hacer crisis temprano. Los encuestados de la Gallup de agosto del 2001 encontraron a Mejía burocrático, popular, autoritario y favorecedor de los ricos.

Las únicas áreas del gobierno valoradas de forma positiva, por encima del 50%, fueron la educación pública, el desarrollo agropecuario y el transporte urbano. Otras, como la lucha contra la pobreza, la salud pública, las obras públicas, la seguridad ciudadana, la protección del medio ambiente, la disminución de los apagones y la creación de fuentes de trabajo dejaron insatisfechos a los ciudadanos.

Los votantes empezaron a reclamar al Presidente de la República cambios entre los funcionarios del más alto nivel, pero la respuesta de Mejía fue decir que la población no estaba valorando de manera correcta los esfuerzos que hacía el gobierno para enfrentar los problemas.

Mejía se casó con su gabinete, integrado casi en su totalidad por gente de su extrema confianza, por personas que durante años hicieron campaña política a su favor, gente de la que suele decir que se mojó los pies para que él llegara a la Presidencia de la República. Por eso no la ha purgado del gobierno y difícilmente lo haga.

El Presidente siempre ha creído que su gestión es excelente. La mayoría de sus funcionarios de alto nivel piensan igual, y también los políticos que le acompañan en la dirección de su facción, el PPH. Sin embargo, las encuestas revelan una y otra vez que la consideración negativa de su gobierno crece en amplios sectores de la opinión pública, inclusive en un número apreciable de gente que votó por él.

Podría decirse que se trata de una diferencia de perspectiva o que las iniciativas que ha venido tomando el gobierno son de lenta maduración, como ocurre con los grandes cambios, con las grandes reformas. Pero lo cierto es que tres años y meses después de su administración los resultados son de inflación alta, intereses bancarios altos, endeudamiento externo sin precedente, obras públicas paralizadas, inversiones cuestionadas desde el punto de vista de su utilidad y prioridad, desempleo, aumento de la pobreza, gastos corrientes elevados, incremento del déficit institucional y fracaso estrepitoso en la lucha contra la corrupción, la economía estancada, la persistencia de los apagones y una crisis profunda al interior de su partido.

El gobierno no niega la crisis en que se encuentran las finanzas públicas, las de los empresarios y las de las familias, pero ha tratado de evadir su responsabilidad ubicando los orígenes de la misma en el anterior gobierno, unas veces, o apelando a los efectos económicos de la crisis del 11 de septiembre, o diciendo que heredó una bomba de tiempo. La ciudadanía, empero, ha rechazado estas argumentaciones y desaprueba, según dicen los sondeos, el desempeño gubernamental.

En términos electorales, el Presidente Mejía está cosechando los frutos de una administración que él y los suyos estiman adecuada y buena, pero que los ciudadanos desaprueban y sufren. No sólo hay diferencias de percepciones y expectativas, sino mucho pero mucho más.

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