Hipólito ve más allá

Hipólito ve más allá

Dado que la verdad es la primera baja en algunos periódicos, cuando el Presidente Hipólito Mejía tuvo el coraje y la visión de disponer el rescate de los bancos quebrados, en el 2003, impidió un tsunami financiero que habría acabado con el país.

Tierra arrasada con los depósitos bancarios, de ahorros, certificados financieros y cuentas corrientes, habrían sido la chispa de una situación que mejor no imaginarla.

Como en tiempos de guerra la verdad es la primera víctima, la mezquindad, la estulticia y la mala fe de unos ha dicho y pregonado que fue el Presidente Mejía el causante de la crisis.

El hablador y el cojo no llegan lejos sin ser descubiertos: la crisis financiera mundial es fruto de la compra y venta de papeles, cada vez a mayores precios, la especulación, el engaño, el “parece que”, el “me dijeron” y otras voces voladas que enamoraron, cual cantos de sirenas, a nadie sabe cuántos miles de personas que colocaron sus ahorros y sus capitales en manos de encantadores de serpientes que hicieron polvo de miles y miles de millones de dólares, euros, marcos, pesetas y paro de contar.

¿Y qué actitud adoptaron los gobiernos de los países más poderosos del mundo? Hacerle frente a la crisis como lo hizo el Presidente de un pequeño país del Caribe ¿cómo se llama? preguntaron en algunas cancillerías europeas: República Dominicana.

La desgracia de unos es la suerte de otros: quedó demostrada la certeza, la visión de futuro y la responsabilidad de un gobernante con timbales, a quien no le tembló el pulso cuando fue preciso.

Cuando el Presidente Mejía decidió que era oportuno y acertado acudir a la Junta Central Electoral para frenar las disposiciones draconianas del presidente del Partido Revolucionario Dominicano, Miguel Vargas, hubo perredeístas que invocaron, aunque no lo dijeran, aquella vieja máxima de que “los trapos sucios se lavan en casa”.

Esa cómoda posición en nada contribuía a la institucionalidad de una organización que nació antes de ellos y que permanecerá tanto como desee la voluntad de sus miembros.

El PRD no es propiedad de ninguno de sus dirigentes y menos de quienes desconocen  los métodos democráticos y la historia de una organización que merece respeto para sus militantes y  reconocimiento para la trayectoria de cada quien. 

En cumplimiento de la ley, la JCE reconoce la validez de las asambleas electorales internas de los partidos, sobre la vulgar imposición de dirigentes que se creen señores de horca y cuchillo.

Presidente Mejía, va bien, lo correcto es el camino de la ley y la institucionalidad ¡siga ahí!

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