Hipólito y Miguel no dan tregua

Hipólito y Miguel no dan tregua

Diálogo y concertación sigue siendo la fórmula apropiada para evitar la división irreductible que amenaza las posibilidades  electorales futuras del PRD, la formación política opositora más grande del país. Pero si sus principales dirigentes -el ex presidente Hipólito Mejía y Miguel Vargas, presidente del partido- no lo entienden, allá ellos. 

 Los factores internos y externos siempre confluyen para el estallido de las crisis partidarias, pero únicamente desde adentro es posible resolverlas ejerciendo un liderazgo responsable, de espíritu desprendido y visión histórica, el cual implica que la racionalidad de los lideres fraccionales conducirá hacia el fin colectivo propuesto.  Pero ambos no dan tregua. Ni la navidad, tiempo de paz, amor, esperanza y reconciliación, ha servido para disuadir de sus aprestos cismáticos a estos “lideres” mediocres, figuras nada comparables a las dimensiones históricas e intelectuales de Juan Bosch  y José Francisco Peña Gómez.

Sin embargo, al acoger la acción de amparo interpuesta por Mejía y su grupo, el Tribunal Superior Electoral (TSE) despeja el camino del diálogo y la concertación, pues aborta el proceso disciplinario que, con evidente predisposición, había preparado Vargas contra Mejía. Probablemente sea consistente el prontuario de violaciones e irrespeto de Mejía a la institucionalidad partidaria, pero, debe reconocerse, hay un amplio sector del partido que considera “traidor” a su presidente Vargas Maldonado debido al pobre desempeño suyo en la campaña.

La expulsión de Mejía jamás surtirá el efecto deseado. Podrá convertirse en un golpe publicitario para Vargas, también en su Waterloo, pero es discutible si logrará modificar la opinión negativa que la amplia base del partido se ha formado sobre él a partir del 20 de mayo. Se impone, pues, la negociación.

La historia del PRD cuenta triunfos y fracasos; también diálogo y concertación. ¿Por qué destruirlo?

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