Hipólito

Hipólito

[b]Señor director[/b]:

Es en los tiempos difíciles donde los pueblos necesitan la orientación de sus líderes.

Es en estos tiempos donde se marca la diferencia entre dirigentes y líderes.

Nuestro pueblo mantiene en sus haberes genéticos los rasgos que lo marcan como uno digno y muy batallador, que solo necesita que le expliquen las reglas y el primer empujón.

Me asoma a la memoria que unas semanas después del armisticio que trató de poner fin a nuestra revolución de abril y cruzando lo que fuera la zona constitucionalista en compañía de un técnico de una empresa americana, este se expresaba en lo que resumo así: Esto no se arregla jamás. Pasarán décadas antes de que esto se componga como un país vivible.

Solo un año después este mismo amigo se sorprendía al ver los agricultores de la línea noroeste transformarse en especialistas en producción de tomate industrial y exportando melones y otros rubros bajo un régimen de producción de una agricultura tecnificada y veía los silos ganaderos que se construían en San Juan de la Maguana, las explotaciones ganaderas del Este y Sur.

Este es un país extraordinario; Quien lo podría creer, se corregía a sí mismo.

Esa gran verdad se vive día a día en nuestro pueblo.

Somos un pueblo muy digno con gran sentido del honor y el orgullo.

A pesar de nuestros dirigentes hemos ido construyendo un país que, aunque con muchas cosas pendientes aun, deberá ser la promesa cumplida a nuestras próximas generaciones.

Constituimos un pueblo inteligente y con extraordinaria astucia, además.

Hemos aprendido a distinguir y conocer a los que nos han dirigido y, sobre todo, a clasificarlos.

No ha sido una coincidencia que en el año dos mil eligiéramos un presidente como el que tenemos.

Un líder verdadero con un plan de nación y una visión de gobernante.

Uno con energías desbordantes y ánimo que contagia.

Es por lo que este pueblo ha demostrado tener fe y ha rechazado los cantos de sirena y las carnadas envenenadas de algunos dirigentes que han querido «hacer fiesta con músicos prestados».

Porque este pueblo tiene fe en su líder, a pesar de la terrible situación que atraviesa.

Porque este presidente estimula e inspira los sacrificios del presente mostrándonos los premios que nos reserva el futuro.

Porque, como líder, ha sabido orientar las energías y talentos de este pueblo hacia metas definidas y posibles.

Nuestro líder-presidente es uno que nace soñador creativo de cosas grandes y la vida y el tiempo los forjan como un hacedor de cosas posibles.

El mejor pronóstico de una conducta futura lo constituye una vida pasada.

Hipólito Mejía ha sido un triunfador en la vida y se ha preocupado grandemente en ser y mantenerse como un gran líder.

Su «guapeza» nada tiene de simulacro ni de pose amenazante. El ha sido un «gran guapo» que ve los problemas, y aun los fracasos, como un obstáculo en el camino que le obliga a variar los planes, pero, de ningún modo, se rinde ante ellos.

Hipólito Mejía acostumbra a asumir los problemas como estímulos a su potencial de creatividad y sus habilidades; Y no puede evitar que estos le sobre-estimulen su sistema glandular y aumente su producción hormonal.

(Si se pudiera decir con sus propias palabras aquí se habría escrito «cojonina»)

Embebido de esas hormonas y sin perder la perspectiva, es cuando saca el máximo de sí mismo y su equipo, de su gente que el se ha ocupado en preparar.

Saberse dirigido por alguien así, hace más llevadero el presente y estimulante el futuro.

Yo creo firmemente en Hipólito y en sus condiciones extraordinarias para transformar estos problemas y obstáculos que nos merman ahora, en grandes oportunidades en el inminente porvenir.

Yo creo en Hipólito sin tener que denostar a sus contrarios.

El no es bueno porque los otros sean malos. Sino, que es el mejor para estos tiempos.

Es el que mejor puede manejar los tiempos presentes y los que vienen.

Es el que mejor nos inspira con su influencia moral y espíritu de equipo.

Atentamente,

Rafael Aybar

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