Hipotecas y pechugas

Hipotecas y pechugas

Casi todas las discusiones terminan por agotamiento; pero sin conclusiones de ninguna clase: Ni lógicas, ni prácticas, ni de persuasión. Cada discutidor se encastilla en su posición y se hace “impermeable” a los razonamientos. Al final, los discutidores “ratifican” sus puntos de vista y acrecientan sus aversiones frente al adversario. He visto muchas veces que, a medida que se desarrolla una discusión, cambia el eje central alrededor del cual se discute. Al haber un “eje variable”, los polemistas se escabullen o, como se dice en nuestro país, “se salen por la tangente”. La frase más común en cualquier discusión -política, académica o de vecinos en conflicto- es: “no; yo no he dicho eso”.

Hace unos días escuché una conversación entre dos amigos que almorzaban en un restaurante. Puede decirse que hablaban tranquila y amablemente. El tema de la plática era si se vivía mejor en el pasado o en el presente. Un tema que, al parecer, nunca muere, pues ya está planteado en las Coplas de Jorge Manrique, quien murió en 1479. -Antes la gente vivía mejor, siendo más pobre. Se conseguía un pollo cambiándolo por ropa usada; y mantenía un empleo durante veinte años, decía el más viejo. -Ahí está lo malo, contestaba el otro. El campesino no tenía vestidos que ponerse y daba sus pollos al de la ciudad, quien sólo entregaba trapos gastados.

-Antes no se pagaban los altísimos alquileres que se pagan ahora.- Sí, es cierto; pero la gente de ingresos medios no podía tener “casa propia” porque no existía un sistema hipotecario. Los “caseros” eran unos pocos; los inquilinos eran legiones. Desde que se instalaron granjas avícolas, el pollo dejó de comerse los domingos; ahora lo comen los pobres todos los días. Los supermercados venden alas, muslos, pechugas, para cada gusto y para cada bolsillo.

-Antes había un dictador, un “hombre fuerte”, señor de horca y cuchillo, que podía hacer contigo lo que le diera la gana. Ahora tenemos partidos políticos y hacemos elecciones. -No hemos dejado de tener “hombres fuertes” y “pejes cajones”, incluso, en el campo del transporte de carga. ¿Cuál es la gracia de conservar un empleo mal pagado y comer pollos “moquillosos” cambiados por ropa remendada?

 

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