Historia. 49 aniversarios de la Revolución de abril de 1965

Historia. 49 aniversarios de la Revolución de abril de 1965

El sábado 24 de abril de 1965 parecía un día cualquiera de los vividos en esos años. Los periódicos Listín Diario y El Caribe publicaron, en sus primeras páginas y en grandes titulares, la noticia de que el Consejo Universitario de la Universidad Autónoma de Santo Domingo responsabilizaba al Gobierno de Facto del Triunvirato del posible fracaso de la Reforma Universitaria al tiempo en que le exigía el pago de las deudas contraídas por el Estado dominicano con la Universidad Primada.

También, que se le diera fiel cumplimiento a la Ley 5798 que disponía que el Estado dominicano financiara a la UASD con un subsidio anual no menor al cinco por ciento del Presupuesto Nacional. También, esos dos medios de comunicación se hacían eco de noticias referentes a unos incendios forestales que venían ocurriendo en la cordillera Central causados por una grave sequía que, para esa época, estaba azotando el país. Alrededor de las diez de la mañana de ese mismo día, en el Campamento Militar 16 de Agosto, distante a 20 kilómetros de la ciudad de Santo Domingo, ocurrió un hecho inesperado: el Jefe de Estado Mayor del Ejército Nacional, general de brigadas Marcos Rivera Cuesta, cumpliendo orden del triunviro Donald Reid Cabral, ordenó el arresto de un grupo de oficiales de ese recinto acusándolo de estar involucrado en actividades subversivas.

Al efecto, el general Marcos Rivera Cuesta dispuso la conducencia a su despacho en calidad de detenidos del teniente coronel Giovanni Gutiérrez, del mayor Eladio Ramírez y del teniente Rafael Noboa Garden. El general Rivera Cuesta ignoraba que los tentáculos de una conspiración en marcha llegaba hasta su propio despacho. La reacción de otros implicados en la trama no se hizo esperar. Cumpliendo órdenes expresas del coronel Hernando Ramírez, a la sazón jefe de Operaciones Tácticas de dicho campamento, el capitán Mario Peña Taveras de la oficina administrativa de la Jefatura de Estado Mayor del Ejército, secundado por todo el personal alistado de esa dependencia, irrumpió, ametralladora en mano, en el despacho del general Rivera Cuesta deteniendo a éste y a todos los oficiales de su Estado Mayor.

Inmediatamente después, esos y otros militares sublevados maniobraron con energía y decisión, apoderándose de tres importantes recintos militares, los campamentos 16 de Agosto y 27 de Febrero, y la Intendencia General del Ejército. A la 1:30 de la tarde de ese sábado 24 de abril, la voz del doctor José Francisco Peña Gómez tronaba en el programa radial Tribuna Democrática, que se trasmitía a esa hora por la emisora Radio Comercial, anunciando el inicio de una revuelta militar para deponer el Gobierno de Facto del Triunvirato. Alrededor de las dos de la tarde de ese mismo día, oficiales sublevados del Ejército Nacional irrumpieron en Radio Televisión Dominicana para transmitir un comunicado en el que daban a conocer sus propósitos de deponer el Gobierno de Facto.

El “espectáculo” de esa tarde era realmente impresionante. Camiones transportando tropas sublevadas y guaguas abarrotadas de gente recorrían las principales arterias de la ciudad de Santo Domingo vitoreando la Constitución de 1963 y demandando el regreso al poder del depuesto presidente Juan Bosch. Alrededor de las 5 de la tarde tuvieron lugar los primeros combates entre tropas sublevadas del Ejército Nacional y leales al Triunvirato. A las 8:30 de la noche, el triunviro Donald Reid Cabral, en nombre de su gobierno de facto, anunció a la ciudadanía, a través de una cadena de televisión, que todo el país estaba en calma; que las Fuerzas Armadas seguían leales a su gobierno; que los recintos en poder de los sublevados estaban rodeados por tropas leales, y que, en tal virtud, los invitaba a rendirse para evitar inútiles derramamientos de sangre.

Pero las fuerzas militares que aún no se habían sumado a la rebelión no daban señales de mostrarse dispuestas a enfrentar a sus compañeros de armas en defensa de un gobierno de facto. Alrededor de la diez de la mañana del domingo 25 de abril, unidades blindadas y tropas de infantería comandadas por el coronel Francisco Alberto Caamaño Deñó penetraron en el Palacio Nacional sin encontrar resistencia, en momentos en que los triunviros abandonaban la sede del gobierno. ¡El Gobierno de Facto del Triunvirato había sido derrocado! Ocurrido esto, algunos de los jefes militares que habían participado en dicha acción se adelantaron en proponer una junta militar constituida por los coroneles Hernando Ramírez, Giovanni Gutiérrez, Francisco Alberto Caamaño Deñó, Álvarez Holguín y Vinicio Fernández.

Pero no existía entre ellos un consenso en cuanto a la naturaleza del gobierno que habría de sustituirla en el más breve plazo. Unos favorecían al retorno inmediato al poder de Juan Bosch sin elecciones; otros se inclinaron por la instalación de una junta militar y la celebración de elecciones en un plazo no mayor de noventa días, y un tercer grupo, mayormente integrado por oficiales y generales de la Base Aérea de San Isidro, se mostraba dispuesto a aceptar la instalación en el poder de un gobierno de cualquier naturaleza, siempre y cuando no formara parte del mismo el depuesto presidente Juan Bosch.

Mientras ocurrían esos hechos, en la residencia del líder perredeísta en Puerto Rico reinaba un ambiente de esperanza y de alegría. Bosch esperaba regresar a su suelo natal al día siguiente. Aguardaba la llegada de un avión de la Fuerza Aérea Dominicana que lo llevase de nuevo a la tierra que lo vio nacer. A las dos de la tarde del 25 de abril de 1965, el doctor Rafael Molina Ureña, en su condición de presidente de la restituida Cámara de Diputados, tomó posesión como presidente provisional de la República, en tanto regresara el presidente Juan Bosch del exilio. Inmediatamente después, ocurrió lo que se esperaba que ocurriera: los coroneles y generales de la Base Aérea de San Isidro, los mismos que diecinueve meses antes habían derrocado el Gobierno Constitucional, desconocieron la investidura de Molina Ureña y anunciaron al país, a las cuatro de la tarde de ese mismo día, que si los militares y dirigentes perredeístas no renunciaban a la idea de reponer a Bosch iban a bombardear el Palacio Nacional.

En efecto, al término de dicho plazo, aviones de caza P-51 y Vampiros comenzaron a descargar sus metrallas y arrojar sus bombas en la sede del gobierno recién instalado. Mientras ocurrían esos y otros acontecimientos, los militares que propugnaban por el retorno de Bosch al poder y por la puesta en vigencia de la Constitución de 1963 ganaban terreno en lo militar y despertaban grandes simpatías entre la población civil. La emisora oficial Radio Santo Domingo TV comenzó a transmitir proclamas de guarniciones militares del interior del país manifestando su apoyo al movimiento constitucionalista. Pero al otro día, 26 de abril, al despertar el sol, aviones procedentes de la Base Aérea de San Isidro bombardearon de nuevo el Palacio Nacional. El derrocamiento del Triunvirato y la instalación del Gobierno Provisional de Rafael Molina Ureña había devenido en una guerra civil.

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