HISTORIA DE FAMILIA
La familia Defilló Sanz (6)

HISTORIA DE FAMILIA <BR>La familia Defilló Sanz (6)

POR GRACIELA AZCÁRATE
El matrimonio  de Juana María Sanz y Fernando Defilló.- “La casa Defilló constaba de dos partes, una donde su familia y amigos convivían y otra parte que era el santuario donde él solitariamente vivía. Este santuario era una enorme biblioteca, un laboratorio, una cámara de música, un observatorio astronómico, en fin, el habitat de un genio”.

Juana María Sanz Boog y Fernando Alberto Defilló se casaron el 24 de junio de 1901. El tenía 27 años y ella 19, según consta en el Acta del Archivo General del Arzobispado dominicano.

En un relato escrito por el doctor Mariano Defilló Ricart, para un encuentro de todos los troncos familiares dice: “Juana María Sanz Boog, nuestra queridísima Mamá Nena, fue la abuela amantísima, hija de inmigrantes españoles, oriundos de Zaragoza, nació en altamar en 1892. Fue una joven virtuosa que se crió en los alrededores de la catedral, alumna de francés de  Fernando  Defilló”.

El doctor Pompilio Brower ha dejado un pequeño ensayo biográfico de Fernando Defilló donde dice: “Su vida se desarrolló en el seminario y en el Palacio Arzobispal, fue un niño que no tuvo niñez, que se conducía como un viejo, que surgió a la adolescencia como un joven brillante con mente de adulto. Fue producto de la rigidez del Seminario, era huraño para intimar con cualquiera, vivía escondido y siempre vistió de negro y con sombrero del mismo color. Su interés fundamental era el estudio y dentro de esto se preparó para una labor mental formidable”.

El retrato de los dos fundadores de la familia Defilló Sanz aportan las historias de cada una de sus familias. Juana María fue una mujer bondadosa, cariñosa, dedicada a sus hijos y después a sus nietos. Por el contrario el doctor Defilló llamado Papabito, fue un sabio marcado por un secreto familiar, encerrado en el mundo de las ciencias y la medicina.

 “Era un diletante de la música, gozaba largas horas oyendo música clásica en un aparato que él mismo construyó, llegó a tener una discoteca de más de seiscientos discos, tocaba el violín, había estudiado pintura, pinto numerosos cuadros y era muy versado en astronomía y astrología”.

De la unión matrimonial nacieron nueve hijos: Antonio, Carmen, Altagracia, Fernando, Mariano, José, Aurea, Celeste y Rafael.

Esos nueve hijos fundaron sus familias y dieron origen a los troncos familiares  de los Defilló Pierini; Peña Defilló, Saladín Defilló, Defilló Suazo, Defilló Ricart, Defilló Desangles, Dipp Defilló, Defilló Guerrero y Defilló Valerio.

Hasta aquí la síntesis de dos crónicas biográficas.  La escrita por un discípulo del doctor Defilló: el doctor Pompilio Brower, en 1969, la otra es una semblanza escrita por el nieto, el doctor Mariano Defilló Ricart para conmemorar a los abuelos y celebrar un encuentro de todos los familiares.

Pero los Defilló dominicanos tienen vida propia que se  alimenta de esa vocación para los encuentros, de la alegría de la celebración  entre todos, de animar al convite a los descendientes que se han multiplicado y convertido en una gran tribu.

LA “CASA DE CAMPO” DE LOS DEFILLÓ SANZ

Como en la “Casa de campo” de José Donoso ellos recomponen el pasado de los abuelos y de los ancestros en el recuerdo de una casa en la Avenida Independencia y Las Carreras

En 1973,  el golpe militar contra Salvador Allende,  en Chile, produjo una gran movimiento de exiliados. José Donoso se refugió en Barcelona y desde allí escribió años después su novela cumbre:“Casa de campo”.

Novela del exilio, alegoría de Chile y de Latinoamérica, parábola donde los niños se han quedado solos y al igual que una gran familia vive y contrapone sus luces y sombras, sus desgarros, sus tragedias y también sus grandes encuentros.

En una casa de campo quedan encerrados todos los chicos de la familia. Los  mayores se han ausentado y han dejado solos a primos, primas, hermanos, sobrinos, nietos en un gran desbarajuste de edades y pasiones  que reproducen  en una finca,   esa gran casa donde  la familia se convive, sufre penas, hace travesuras y soporta cataclismos.

Como en la “Casa de campo” del genial chileno los descendientes de Antonio, Carmen, Altagracia, Fernando, Mariano, José, Aurea, Celeste y Rafael desandaron el tiempo,  se despojaron de la edad, del paso del tiempo y las tristezas,  y como los niños, con alegría celebraron a los mayores en sus aciertos y errores.

Hace unos días se reunieron varios Defilló en la casa de Guillermo Defilló Guerrero. El doctor Mariano Defilló Ricart, Damaris Defilló Ricart, Leonora Dipp Defilló de Martínez , Xiomara Saladín Defilló, Julio César Defilló Desangles, Jesús Martínez, esposo de Leonora, Lourdes Fernández de Defilló con sus hijas Raquel y Pilar  se sentaron a recordar  a los abuelos, los bisabuelos y los tatarabuelos, a rememorar la casa de la infancia, las diabluras que habían vivido al abrigo de una abuela que como una gallina bataraza los protegía y quería.

Así la recuerda Damaris Defilló Ricart “poblada” de nietos, hijas y familiares como una cornucopia frondosa de amor.

Mariano Defilló Ricart, que tenía trece años cuando murió el abuelo, recordó su mirada fría que traspasaba, el silencio que los asustaba y su soledad de sabio. Reflexionó que él,  ahora que es abuelo trataba de ser diferente a ese modelo distante.  Por el contrario, permanece cerca de los suyos, alimenta las reuniones semanales y la corriente de empatía entre todos sus hijos y nietos y las otras ramas familiares tal vez para reparar aquel silencio del abuelo.

Recordaron entre todos la casa solariega que en el linde de la ciudad describía un entorno patriarcal y arcádico.

Xiomara Saladín Defilló  se quitó los años y volvió a ser la “niña terrible”, la que cuestionaba, hablaba y  provocaba al abuelo Defilló que enojado de tanta travesura la bautizó como “ la pequeña puñetera”.

Como en la “Casa de campo”  de José Donoso la noche se pobló de las voces de los primos y primas, de las muchachas con sus novios, de la bandada de nietos que se trepaba a una abuela afectuosa y temían en cambio a un abuelo distante que no había recibido amor y por tanto no sabía darlo.

Con la voces del recuerdo, ellos fueron más allá y se preguntaron qué había pasado con Raimunda Amiguet y sus dos hijas, qué había en esas tres mujeres  para que legaran en el caso de Leonor la soledad de Fernando y en el caso de  Pilar el soporte  y el comedimiento para hacer de Pablo Casals Defilló el gran artista que fue.  Entre el copón del Arzobispo Meriño que presidió la velada, las evocaciones del abuelo hechas por Mariano Defilló, las travesuras y aventuras de dos primas como Damaris y Xiomara en la escuela, sobreviviendo a “los desastres” que provocaban las indiscreciones verbales de Xiomara, los relatos de Leonora Dipp Defilló  de cómo el abuelo Defilló demostraba a su manera amor a su hija sietemesina, la doña Aurea,  que hoy día es una lúcida anciana que todavía recuerda las coplas que cantaba su abuela aragonesa,  todo salpicado con el sentido del humor de Guillermo Defilló Guerrero.

PABLO CASALS Y “LA CANCIÓN DE LOS PÁJAROS”

Cierta premonición de la sangre le hizo sacar libros de Pablo Casals, contar anécdotas hilarantes de la tatarabuela Raimunda, que fueron pasando de generación en generación, contadas de boca en boca, mientras se morían de risa de los dislates de los mayores y de sus travesuras de chicos. Entre todos tejieron asociaciones de las raíces familiares para culminar en la fina percepción que Guillermo Defilló tuvo al evocar en su hija menor Pilar, el calco físico de la Pilar  Defilló puertorriqueña.

La hermana de Leonor, la nacida en Mayaguez, la que le donó las hermosas manos de chelista y una tenacidad de acero que hicieron de Pablo Casals un grande de la música del siglo XX.

Tal fue el poder evocador,   que como en la “casa de campo” sureña,  la casa de la avenida Bolívar convocó a  los duendes de toda una tribu. Como llevados en el espacio y el tiempo hasta pudimos imaginar que oíamos un solo de chelo de Pablo, con su postura única, uniendo el mar de Vendrell con el mar de Puerto Rico.

La magia fue tal que los allí reunidos escuchamos  la misma canción popular catalana, el mismo “Canto de los pájaros”  que su madre le cantaba de niño y que él tocó en su homenaje  en la pieza donde ella nació de cara al Mar Caribe.

“El canto de los pájaros” se derramó como música pura y  como en la “casa de campo”caribeña,  los de la familia -los vivos y los ausentes-  y hasta los ajenos nos sentimos “más humildes”, más unidos  y sobre todo más cerca de Dios.

—-

FUENTES:
*Arbol genealógico de la familia Defilló realizado por Marcos Hernández Brea.
*Arbol genealógico de la familia Defilló realizado por Gerardo Javariz.
*Archivo fotográfico, documentos, cartas y testimonios de la familia Defilló suministrados por la  señora Leonora Dipp Defilló de Martínez.
*Dr. Browner, Pompilio: Semblanza escrita del Dr. Fernando Defilló.
*Dr. Mariano Defilló Ricart: Semblanza de la familia Defilló Sanz, Santo Domingo, enero 2005. *Testimonio oral del Dr. Mariano Defilló Ricart, Damaris Defilló Ricart, Dr. Guillermo Defilló Guerrero, Xiomara Saladín Defilló, Julio César Defilló Desangles, Leonora Dipp Defilló de Martínez, Jesús Martínez, Lourdes Fernández de Defilló, Raquel y Pilar Defilló Fernández.

BIBLIOGRAFÍA:
Alavedra, J.: La extraordinaria vida de Pablo Casals

g.azcarate@verizon.net.do

Publicaciones Relacionadas