HISTORIA DE FAMILIA
La familia Duarte Díez (1)

HISTORIA DE FAMILIA <BR>La familia Duarte Díez (1)

POR GRACIELA AZCÁRATE
El último lunes de cada mes, Francisco Manuel de Las Heras y Luis José Prieto Nouel celebran una tertulia sobre Diplomacia, Heráldica y Genealogía en Villa Dominica.

En febrero, conmemorando el mes de la patria la tertulia fue dedicada a la figura de Juan Pablo Duarte. Su expositor principal fue Antonio Guerra y varias personas reforzaron la trayectoria y la imagen que querían transmitir del patricio. La discusión fue amplia, abarcó sus orígenes canarios, la figura emblemática de Duarte como fundador del Estado Dominicano, los alcances ideológicos de La Trinitaria, su destierro, el ostracismo al cual fue condenada su familia, sus desventuras, el no retorno al país natal, el silencio de doce años en Venezuela.

LAS CALLES DE ANGELA PEÑA

Como extranjera al fin, mientras exponían la vida del patricio recordé por lo que de sentido y verdad tienen «las calles de Angela Peña» como si ese tango que dice «las callecitas de Buenos Aires, tienen ese que se yo, viste», me diera la clave de esa memoria íntima y doméstica que la periodista relata de un pueblo y su gente. Las calles de Angela, las que refieren a Santo Domingo, tienen el sello inconfundible del amor por un país sufrido, por unas gentes negadas, por unas vidas arrastradas al olvido y la desidia. Rosa Duarte, la hermana; Manuela Diez, la madre, no sólo son la calle o el rincón inconfundible de un barrio de Santo Domingo sino que el relato de sus vidas dibuja las aristas entrañables de unas señas de vida dibujadas en el olvido y el silencio.

En esa noche de febrero, se agolparon todas las preguntas del mundo.Todos querían rescatar y enaltecer la figura de Duarte. Pero para los que éramos extraños, los que lo enaltecían dejaban sin embargo la esencia, el todo en una nebulosa donde no se entendía por qué Duarte y su familia sufrieron esa clase de ostracismo, de destierro y de olvido.

No se entendía cuál era la situación económica, política y social del país, las luchas de poder, cuáles eran los grupos económicos, qué papel jugaba la figura «satánica» del general Santana, cuáles eran los peones y alfiles que se jugaban en ese damero de la política nacional, cuál era el sustento ideológico para mantener en rescoldo ese conflicto ancestral de una isla sometida a los imperativos tradicionales de las políticas metropolitanas, tanto de España como de Francia. Las preguntas de los presentes se sucedían. Eran profundas, dolorosas, lúcidas pero también ideales.

Preguntaban por la noción de Estado, hasta un viejo embajador dominicano presente, con lucidez e inteligencia atacó el prejuicio antihaitiano y recordó que no podía hablarse de dominicanos o haitianos porque en esa época todavía eran dos colonias enfrentadas.

Las preguntas recorrían el amplio espectro de la situación de la isla, de lo que pasaba en esos dos extremos de una isla irreconciliable, lo que implicaba la formación de un nuevo Estado, de lo que pasó a una familia condenada al exilio, la incógnita de porqué solo regresó un hermano, qué cosa no contada rodeó a una familia en el destierro y que tal vez encarnó como ninguna otra el destino colectivo de un pueblo.

LA VIDA «A OSCURAS DE JUAN PABLO DUARTE»

Pensando en la vida «a oscuras de Juan Pablo Duarte» releo las notas de Juan Daniel Balcácer en su prólogo: » Para conocer a Duarte» donde dice: «Han transcurrido más de 150 años de haberse creado el Estado nacional, y todavía esta es la fecha en que los dominicanos carecemos de un estudio biográfico exhaustivo sobre la vida, el pensamiento y la obra de Juan Pablo Duarte, él ilustra el Padre de la Patria y Fundador de la República. Conviene consignar que existen admirables contribuciones para el estudio de la vida del fundador de La Trinitaria¼ «

El texto sigue, pero los puntos suspensivos nos hablan de un silencio, de un hiato que es un honesto intento por redondear la vida de alguien que es la clave para entender las señas de identidad de un país.

Sin embargo, para mí, una oscura historiadora, mujer, lo que persiste es la oblicua insistencia de apasionada de otra mujer, una redactora del periódico Hoy, que usa de excusa la historia de una calle para contar la historia de vida de «los sin voz».

Si Rosa Duarte y Manuela Díez se difuminan en la historia de un país, es porque toda la historiografía responde a un discurso patriarcal que enajena y aliena.

La vida de la familia de Juan Pablo Duarte y de él mismo tiene varias lecturas, sacude la memoria de un continente y un siglo, crea líneas de comparación y sincronías como esas que usaba Alejo Carpentier para contar las historias del Caribe.

Crónicas de un continente donde se confunden las vidas. Como esa que se mezcla con Enrique Ossorio.

Existen unos diarios del exilio de un patriota argentino llamado Enrique Ossorio que se parecen como una gota de agua a la vida de otros patriotas exilados del continente. Hijo de un general de las guerras de Independencia, fue el secretario de Juan Manuel de Rosas, algo extraño y perturbador pasó, fue declarado traidor, delator y terminó pegándose un tiro en Chile. Vivió en el exilio, escribió de él, se hizo rico extrayendo oro en las minas de California en 1849. Amó a una jamaiquina que hablaba en español en un prostíbulo de Harlem, pero mientras pensaba el exilio argentino, la mató en una pelea de borrachos, y lo volvieron a mandar al destierro. En Chile, en Copiapó, pensando en el destierro, en la dictadura de Rosas, en los amores con esa negra de «piel tersa como la noche», imaginando a los contemporáneos que lo condenaban por disentir, se fumó un puro, miró como caía la tarde sobre el Pacífico y en una tumba sin nombre se descerrajó un tiro en las sienes, dos semanas antes de que el general Urquiza derrotara la dictadura de Juan Manuel de Rosas en la batalla de Caseros.

Se llamaba Enrique Ossorio. Fue un exilado, un paria, un desterrado. Era lúcido con su desgracia. Escribió de ese espacio que no tiene nombre, que se extiende entre el ayer y el porvenir y que se llama vulgarmente «exilio».

En una carta póstuma dirigida a Juan Bautista Alberdi, un personaje representativo de la generación romántica de 18 37, y el mismo que redactó «Las Bases de la Constitución» argentina de 1854 le dice, además de explicar porqué se suicida: «Camino odioso, peligrosísimo, el de la soledad¼ ¿Habremos de estar siempre alejados de la patria natal? Hasta los ecos de la lengua de mi madre se apagan en mí. El exilio es como un largo insomnio¼

«Quiero ser sepultado en la ciudad de Buenos Aires: este es mi mayor deseo que le pido haga cumplir. No se desapasione, porque la pasión es el único vínculo que tenemos con la verdad.

«Respeten mis escritos debidamente ordenados. Sea cual sea la verguenza que me alcance yo no quiero renunciar ni a mi desesperación ni a mi decencia. Me gusta y siempre me ha gustado su ante firma y permítame que la imite: -Patria y Libertad-. Y he de tutearte Juan Bautista, con tu permiso, por esta vez. Tuyo. Tu compadre, Enrique Ossorio, el que va a morir».

«PATRIA Y LIBERTAD»

Epitafio para una generación. Patria y Libertad. No importa que sea del sur o del Caribe. De los girones de cartas, de los textos autobiográficos, de las simples crónicas maternales a los mapas sentimentales de una ciudad contados por una cronista casi cien años después surgen girones de conversaciones, testimonios, silencios que hacen luz, que explican una vida y justifican el sacrificio de varias generaciones. Tal vez a la luz de las notas autobiográficas de Enrique Ossorio, la vida de Juan Pablo Duarte tenga que ser de nuevo contada, y acaso como diría Jorge Luis Borges, hasta de nuevo, soñada.

FUENTES:

*Arbol genealógico de la familia Duarte Díez realizado por Antonio Guerra.

*Arbol genealógico de la familia de Vicente Celestino Duarte y Díez en Venezuela realizado por Gilberto Bodú Ayala (tataranieto de Vicente Celestino).

BIBLIOGRAFÍA

Balcácer, Juan Daniel: » Pensamiento y acción de los Padres de la Patria»

Compilación de Nicolás Sánchez Albornoz : Españoles hacia América. La emigración en masa, 1880- 1930. España, 1995.(Inmigración canaria a las Américas)

Piglia, Ricardo: «Respiración artificial» Pomaire, 1989.

Pérez Guerra, Irene: «Historia y lengua. La presencia Canaria en Santo Domingo. El caso de Sabana de la Mar». Patronato de la Ciudad Colonial. Santo Domingo, 1999.

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g.azcarate@verizon.net.do

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