Alguien ha llegado a sentenciar que los pueblos ignorantes de su historia están condenados a repetirla. Ante tan inquietante juicio me animé de valor y decidí emprender la fructífera tarea de leer el volumen II de la colección que lleva el nombre del título de este trabajo dirigido por Consuelo Naranjo Orovio. A su vez este tomo llamado Historia de la República Dominicana es coordinado por nuestro afamado historiador Frank Moya Pons.
La directora enuncia muy acertadamente el formato de la obra cuando dice: El viaje por su historia se hace a través de la evolución de la población, economía, sociedad, política, cultura y ciencia que de manera cronológica y desde una mirada transversal propician un acercamiento amplio, dinámico y abierto a las complejas, variables y múltiples relaciones entre colonias y metrópolis, así como a las diferentes aristas de las identidades y a la historia común e individual de las Antillas.
Admito sin sonrojo que este acopio de información organizada tuvo el encanto místico de un curioso lector que empezó en la página uno del texto y que al concluir la número 723 se había transformado en otro individuo. Moya Pons es un arquitecto de datos históricos, un compositor del relato pasado a lo Mozart, ya que agrada e invita a seguirle leyendo. El libro contiene valiosos aportes de otros intelectuales de extraordinaria calidad.
A fin de que los lectores puedan saborear un bocadillo de tan rico y nutritivo manjar me permito extraer algunos fragmentos del capítulo final titulado La lucha por la democracia, 1961-2004. En referencia a los últimos días de gobierno del presidente Antonio Guzmán nos dice Moya Pons: Guzmán se sumió en un estado depresivo. Él y otros importantes miembros de su familia habían asegurado numerosas veces en reuniones privadas y antes jefes militares que Jorge Blanco sólo sería presidente de la República por encima de su cadáver. Avergonzado por no haber cumplido sus promesas de detener a Jorge Blanco y asustado por las crecientes acusaciones de corrupción que se hacían a diario contra los más altos funcionarios de su gobierno, Guzmán se suicidó con un disparo en la cabeza la noche del 3 de julio de 1982. Hablando de las postrimerías de la gestión de Hipólito Mejía escribe Frank Moya: A medida que la economía se deterioraba, también lo hacía la popularidad de Hipólito Mejía.
A pesar de ello, Mejía anunció que se postularía para un segundo período en las venideras elecciones de mayo de 2004, aún cuando las encuestas de opinión mostraban el descrédito en que habían caído él y su gobierno… Al escoger a Fernández como futuro contrincante, Mejía solamente logró acrecentar sus más evidentes debilidades, pues sus chistes subidos de tono, expresiones autoritarias y bromas incesantes ya no constituían un activo político sino todo lo contrario.
Fernández, en cambio, se caracterizaba por su personalidad calmada y modales corteses, así como por el talante académico de su conversación.
Concluye Moya Pons su relato expresando: El PRD estaba profundamente dividido mientras el país estaba sumido en una extraordinaria crisis económica y financiera. Por ello no causó mucha sorpresa que Mejía perdiera las elecciones…