Historia de Vida
“Mi nombre casi lo olvid酔

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POR GRACIELA AZCÁRATE
Yo no soy “huinca”*
capitán, hace tiempo lo fui,
quiero quedarme en el dolor
de mi pueblo ranquel.

Mi nombre casi lo olvidé
 Dorotea Bazán
Déjenme irme para el sur
déjeme, ir ahí
Me falta el aire pampa y el olor
de los ranqueles campamentos
el cobre oscuro de la piel de mi señor
en este imperio de gramilla y sol
“Dorotea Bazán” de”Mujeres
Argentinas” de Ariel Ramírez
canción interpretada por Mercedes Sosa

Querido señor M.:
Sencillamente con su texto del domingo ha levantado vientos de fronda. Me ha destemplado el corazón y me ha nutrido con rabia y descontento.

Señor M. ¿porqué nos desafía o mejor dicho porqué se expone a que una buena cantidad de mujeres de esta isla, digamos contestarias y pensantes le demos una buena tunda verbal o escrita?

Señor M. convendrá conmigo que lo que escribió el domingo es una buena…¿ cómo es esa palabra dominicana tan expresiva? bellaquería. Pero tengo que andarme con cuidado porque como no soy de aquí, si opino de lo que no me importa me pueden deportar. Es más pueden encontrar en la carta de nacionalidad de mis hijos naturalizados dominicanos algun punto oscuro que los haga acreedores a que les quiten la nacionalidad y los destierren.

Como la canción, señor M. “usted es el culpable de todas mis angustias y todos mis pesares” porque me ha puesto de muy mal talante.

Ha sacado a la luz del sol mis peores diosas, ha sacado la ira de unos ancestros africanos de los que no abomino sino que por el contrario respeto y convoco y, sobre todo me hizo acordar del “nombre olvidado”….

Es el nombre de una cautiva blanca, a la cual el ejército argentino, en 1880 quiere rescatar, pero ella elige quedarse en una toldería, en el sur profundo al lado de los indefensos y asesinados indios sudamericanos.

Señor M. usted ¿se vio al espejo, usted nos vio a todos nosotros y nosotras , digo, a la gente de Latinoamerica?, porque si no nos vio ¿cómo se atreve a pedir lo que pide para Sonia Pierre?

Señor M. todos tenemos el ojo partido, el cuello cruzado y la vida rejodida de Sonia Pierre.

Aunque ella sea hija de haitianos nacida en territorio dominicano.

 Pero no todos tenemos su gallardía y verticalidad para defender la condición de dignidad a que somos acreedores todos simplemente por ser seres humanos.

No embrome señor M. todos y todas, para no hacer literatura sexista somos esa mujer afuereada, marcada, o simplemente discriminada por el color de la piel y el lugar de procedencia de sus padres

 Señor M., usted cree que hay diferencia entre esa señora de color, con cuatro hijos que defiende la tierra en la que nació y el derecho de todo ser humano a vivir con dignidad y la blanca que le escribe estas líneas.

Porque verá usted, yo, que soy una blanca por fuera, desde hace 25 años me aferro a esta isla, con la fuerza de una desterrada que aquí encontró cobijo y trabajo para poder criar a mis muchachos con decencia.

Señor M, usted cree que hay diferencia entre el padre de Sonia y mi padre, por más asturiano que fuera mi viejo. Porque si el padre de ella llegó contratado como bracero, el mío llegó a Buenos Aires con una mano atrás y otra adelante, casi un niño, huyendo del servicio militar en el Marruecos español. Trabajó hasta los sesenta años como un esclavo…sí, pero un esclavo blanco.

Se lo digo convencida, aunque usted crea que soy una blanca liberal, con complejo de culpa, que tengo la vida resuelta tan solo por el color de la piel.

¿Usted cree que hay diferencia, entre un asturiano de 17 años, que llegó en 1923, a la Argentina, en donde lo pusieron a hacer de todo, donde lo humillaron, y lo explotaron repetidas veces, donde le dijeron que era un gallego de mierda, y donde no le dejaron otra opción más que la de morirse del corazón, a los 59 años, alcoholizado y con una hija de 17 años a la que dejó desprotegida y sola, y un trabajador de la caña que llegó contratado por el Consejo Estatal del Azúcar?

No me joda señor M. “todos somos hijos del exilio dentro y fuera del país como diría la canción”.

Usted se equivoca cuando pregunta de dónde es y adónde tiene que irse Sonia Pierre.

Usted nos exilia, nos margina, nos cuelga de un árbol en la mejor tradición de limpieza étnica practicada por la supremacía blanca o el Ku Kux Klan del sur de los Estados Unidos.

En fin, usted nos deporta a todos, señor M. cuando quiere echar del país a Sonia Pierre.

Juan Bolívar Díaz lo dice clarito: “si es así, todos nos tenemos que ir”.

Todos, sin distinción, los blancos, los negros, los mulatos, los mestizos, los chinos, los españoles, los rusos, los cubanos, los cocolos, los boricuas, los sudamericanos.

Entre tanto, señor M. usted me hace sentir mal y saca a flote lo peor de mí.

 Me hace sentir desolada, perdida, vulnerada y afuereada de este país que como en la canción hice mío. Mire señor M. fui cautiva de unas circunstancias, pero ya esas son circunstancias de todos los dias, lo que ustedes sufren es mi sufrimiento, lo que canta la canción es una verdad certera y me atrevería a decir universal.

Señor M…” mi nombre casi lo olvidé”, y después de veinticinco años sé que soy de aquí, que el color no importa porque todo me duele como propio.

Señor M, mírese al espejo, mire su nariz, su frente, sus labios , su color, es el mismo que le recuerda que todos por algún motivo, quizás inexplicable hemos tenido que olvidar el nombre.

Cuando leí la noticia, ví la foto rajada de una mujer domínico- haitiana, a la que quieren dejar sin patria, pensé en mi pasado, leí su texto y  me invadió una sensación de asco. Un asco profundo cuando leí el artículo publicado el domingo 1 de abril.

¿De dónde es Sonia Pierre, querido colega?

Es hija de la vida. Como usted y como yo.

De unos padres a los que les marcaron la vida y la historia común del desterrado económico.

¿O usted cree por ventura que hay diferencia entre esa mulata domínico-haitiana y la señora argentina que le escribe estas líneas?

¿O usted cree señor M. que yo no tengo algo de negro detrás de la oreja?

¿O usted cree que porque que tengo un montón de apellidos vascos, italianos, navarros y asturianos estoy a salvo de una pizca de sangre africana?

Sepa querido señor M. que precisamente una tatarabuela berebere por el lado paterno, un abuelo materno, hijo bastardo de una “huinca”, es decir de una cautiva blanca retenida en una toldería de indios pampas son mi ancestro inmediato, además de una bisabuela toscana que huyó junto a su hermano de las persecuciones políticas italianas de 1848.

Que llegaron, a Buenos Aires como unos pobres exiliados económicos, marcados, perseguidos y discriminados por sus ideas políticas. A esa bisabuela toscana, anarquista y contestaria la casaron con un indio dueño de una tropilla de caballos.

De ahí vengo, y tras la fachada de una piel blanca que me identifica con el sueño del colonizador blanco, el núcleo de mi vida son esos ancestros mestizos, mulatos, desterrados, alienados de un terruño y perseguidos como perros realengos.

Usted pregunta ¿de dónde es Sonia Pierre?

De donde somos todos los seres humanos, de donde somos usted y yo.

Somos, señor M. esos versos escritos por René Depestre que dicen:

“Cuando el sudor
indio se vio
bruscamente agotado
por el sol
Cuando el frenesí
del oro dejó
en el mercado la última gota
de sangre india

De manera que no quedó
un solo indio
Cerca de las minas
De oro

La mirada se volvió
hacia el río muscular
de Africa
Para asegurar el relevo
de la desesperación”.

Somos “el relevo de la desesperación”, aún en este siglo XXI.

Me repugna el nacionalismo de provincias, me produce arcadas la xenofobia, vomito ante el censor de la Santa Inquisición que me lleva a la hoguera por defender a mis hermanas mestizas o mulatas, y me resisto a que me pongan un bozal y me obliguen a callarme, o me cuelguen el San Benito de “basura blanca” por defender a los negros.

 Somos, sin duda señor M, los latinoamericanos, hijos de la mixtura, somos un crisol de razas y ahí radica nuestra magia, fuerza y vitalidad.

En diciembre de 2002, Bienvenido Alvarez Vega me ofreció las páginas de Areito para publicar un pequeño ensayo compuesto de seis textos sobre las migraciones de haitianos y cocolos a República Dominicana.

En el texto publicado el domingo 15 de diciembre de 2002, el título decía: “Todos somos haitianos” y cité un cuento de Juan Bosch, “Luis Pie” donde narra con ternura desarmante la preocupación de cualquier ser humano, no importa si es blanco, negro, o asiático por el trabajo, los hijos y la necesidad de sobrevivir como inmigrante en el país anfitrión. Escribí: “No somos acaso haitianos cuando salimos al exilio ya sea por razones, económicas, políticas o laborales? ¿No somos haitianos cuando llegamos sin un céntimo en los bolsillos, con las crías al hombro y un montón de sueños rotos?”

Por eso, los pedazos rotos de la foto de una mujer gallarda, es como esos sueños rotos de cualquier inmigrante y el acoso desde el poder de unos funcionarios inhumanos que amenazan con quitarle la nacionalidad no solo los ensucia a ellos sino que nos envilece a todos.

Hace unos días vi una película sobre el apartheid en Sudáfrica. La francesa Juliete Binoche y una actor afronorteamericano interpretaban a un periodista norteamericano y una periodista radial sudafricana que participan en unos juicios por la restitución de los derechos de los negros. En un momento de esos procesos, un viejo negro de una reserva shosa le pregunta a su torturador porqué lo lisió, porqué le arrancó los testículos, porqué lo colgó y azotó. Le pide que se lo explique, que le dé las razones para poderlo perdonar.

De un dialecto sudafricano, la periodista “afrikaner” le traduce al periodista norteamericano una costumbre ancestral llamada “ubutu”. El sentido es algo así como: “lo que me haces bueno o malo a mí, se lo haces a todos, a mí, sí, pero también al mundo, a la sociedad, al universo”

Y yo me pregunto y le pregunto querido señor M. ¿ante una retaliación tan indigna, ante unas formas de fascismo cotidiano tan aberrantes, no deberíamos todos los que vivimos en esta isla, con luces y sombras, con un pasado negrero y explotador, no deberíamos trascender ese “relevo de la desesperación” en que nos han convertido los explotadores de siempre, no deberíamos practicar “ubutu”, y recomponer los pedazos rotos de una sociedad maltratada y abusada por la intolerancia y el fanatismo, y entender que lo que le hacemos a Sonia Pierre nos lo estamos haciendo a nosotros mismos?

Con deferencia
Claudia Testa.

*Huinca: cautiva blanca en las tolderías indias en el siglo XIX, en Argentina.

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